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Votar o no votar, ¿ésa es la cuestión?

Es lamentable que la democracia que tanto trabajo y tantas generaciones ha costado construir esté degradada al punto en que varias personas se pregunten si vale la pena votar. Se supone que las elecciones son “la fiesta de la democracia” y nuestras instituciones electorales tratan de que nos animemos, que festejemos que ya vienen las elecciones, pero la verdad es que cuando los anfitriones tienen que motivar a sus invitados para que se diviertan en una fiesta es claro que hay un problema con la fiesta.

Del mismo modo, si los partidos políticos necesitan salir a convencernos de que les hagamos caso, porque ahora sí viene la buena, ahora sí las cosas van a ser distintas y mejores, algo está mal con nuestros partidos y con nuestro sistema electoral. Tal vez en parte el problema sean las reglas del juego electoral, tan basadas en la mercadotecnia y la propaganda que parece que nos están vendiendo chicles y no un proyecto de ciudad, de estado, de país. Es lamentable que el afán por ganar la elección nos haya llevado a perder de vista para qué son las elecciones.

Las elecciones son para decidir a quién le vamos a encomendar la administración y la gestión de los recursos de todas las personas para que busque la manera de que cada vez seamos más quienes podemos desarrollar todo nuestro potencial. En estas elecciones deberíamos estar discutiendo cuáles son los mejores proyectos, las mejores maneras de gestionar e invertir los recursos públicos para realizar esos proyectos y también deberíamos discutir quiénes son las personas que podrían garantizar mejores resultados.

Pero la realidad es que la mayoría de nuestros candidatos no nos presentan proyectos claros y realizables. Algunos nos ofrecen sus servicios, pero no nos dicen para qué son buenos ni nos dan evidencias de que saben trabajar, y tienen capacidad para formar un buen equipo de gobierno. O nos hacen propuestas tan genéricas que cualquier cosa cabe en ellas, y lo principal es que no nos dicen cuánto costaría lograr eso, cuánto tiempo se llevaría, cómo se haría y de dónde saldrían los recursos para realizarlo.

Como ciudadanos necesitamos revisar las propuestas y exigirles a quienes se postulan para representarnos que nos expliquen en concreto cómo piensan lograr eso que nos proponen. Va un ejemplo: si nos proponen resolver los problemas relacionados con la seguridad pública, necesitamos que nos expliquen cuál es el origen del problema y en qué se basan para suponer que atendiendo eso se resuelve la causa y no los síntomas, es decir, que nos den su diagnóstico. Un buen diagnóstico debe basarse en la información que pueden proporcionar los ciudadanos que padecen el problema, como los especialistas; algo así como lo que hace un buen médico: le pregunta a su paciente qué le pasa, qué le duele, cómo se siente y luego usa sus instrumentos para revisarle la presión, y si es necesario le pide análisis de sangre, etcétera, y juntando todos esos datos le diagnostica el problema y le da un tratamiento.

La cuestión entonces es, ¿queremos seguir quejándonos de los síntomas? ¿Queremos seguir padeciendo los problemas? Si la respuesta es no, entonces es necesario buscar a alguien que pueda atenderlos y así como con los médicos, con los políticos es necesario que preguntemos si han hecho bien su trabajo y cuánto cobran, es decir, si el resultado de su trabajo le ha servido más a la ciudadanía o a los socios del(a) candidato(a). En otras palabras, necesitamos revisar si quien nos pide nuestro voto quiere servir al público o quiere servirse de lo público.

 

@albayardo

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PHM / I