El Refugio, un sitio de cultura y leyendas

2018-06-09 22:04:20

PARA IR. Este centro de fomento a la cultura se ubica en el 160 de la calle Donato Guerra. (Fotos: Grisel Pajarito)

Entre los edificios antiguos del Centro de San Pedro Tlaquepaque, destaca uno de todos: el ubicado en el 160 de la calle Donato Guerra, es decir, el Centro Cultural El Refugio.

El imponente y alto arco de entrada, con una puerta rasgada por la edad, es tan sólo el inicio de las múltiples historias que concentran en el lugar y de las diversas expresiones culturales que resguarda, según la temporada del año.

A la fecha, el centro cultural cuenta con más de 90 salas, ocho jardines y alberga al Museo Pantaleón Panduro y la Escuela de Artes y Oficios Ángel Carranza, la cual oferta más de 30 talleres a la población, así como un cineforo para más de 193 personas.

Inicia como hospital

Bernardo Carlos Casas, quien ya tiene más de 30 años de ser cronista del lugar, contó a este medio que no hay una historia precisa sobre el lugar, pero si algunos datos que dejan entrever parte de ésta. El considera que el edificio es el  más importante del municipio.

“La historia dice que en 1884 unas señoras de apellido Martínez Negrete (Josefa y Francisca) compran todas las fincas que había en la manzana para hacer un hospital de caridad al que llamaron El Refugio, por cuestiones de la devoción que tenían hacia la virgen del Refugio”, señaló.

El cronista añadió que la construcción de la finca comenzó en 1885 para ocho años después darle uso de hospital al lugar. En el sitio aún se conserva una capilla. “Un padre de apellido Arguello estuvo a cargo de la obra y se convirtió en el primero de estar al frente del hospital”, recordó.

“La gente que venía a atenderse era (tratada) por caridad y el lugar se sostenía con el dinero de las dos señoras. Cuando muere Arguello se tuvo muchas personas al frente (…) Ante esto una orden de monjas llamadas las Josefinas estuvieron a cargo por muchos años en el hospital. Se cerró hasta 1979” y se convirtió en centro cultural en 1985.

Actualmente, se tiene algunas salas en las que se puede ver la antigua decoración del hospital; sin embargo, permanecen cerradas para que se conserven. Un letrero que pide por el alma de un niño y que está a medio borrar es parte de las evidencias de su antigua función.

LAS LEYENDAS

Don Bernardo platicó que gracias a su pasado de hospital, el lugar es centro perfecto de leyendas, las cuales los trabajadores atestiguan.

“Hay gente que dice que llegó al Refugio gracias a las indicaciones de una monja o que dentro del lugar se le puede ver, pero ya no hay monjas desde hace mucho tiempo. Hay otra que dice que una monja se aparece de noche y de día en jardines, baños, en todos lados, pero (también) hay una de niños traviesos, caballos, etcétera”, contó el cronista.

Gracias a estas leyendas, El Refugio ofrece recorridos nocturnos a sus visitantes, donde mediante una escenificación teatral, se representan algunas de las leyendas.

EN LA ACTUALIDAD

“Una vez que cerró las puertas el hospital debido a que los dueños ya no quisieron mantenerlo, el gobierno decidió comprar el edificio para darle uso como casa de la cultura; sin embargo, durante el tiempo que duró abandonando, fue el punto perfecto del pillaje para las personas, pues se quedaron muchas cosas de las monjas y el hospital”, rememoró el cronista.

Algunas exposiciones como TlaquepArte y el Premio Nacional de Cerámica son algunos de los eventos más importantes que se realizan el lugar año con año. Los recorridos diarios para visitantes son otro de los sellos del lugar.

El Refugio además de contar con los salones de exposiciones, cuenta con otras áreas que no están disponibles al público, como lo son las cúpulas del techo, desde donde se pueden ver varios puntos de la ciudad y un túnel totalmente hecho de piedra, el cual, hasta la fecha, no tiene una explicación certera.

“Hay gente que dice que llegó al Refugio gracias a las indicaciones de una monja o que dentro del lugar se le puede ver, pero ya no hay monjas desde hace mucho tiempo”

Bernardo Carlos Casas, cronista del lugar

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