El año pasado, la investigadora María Elena Álvarez–Bullya ganó el Premio Nacional de Ciencias en la categoría de Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales. En esa entrega, más allá de la habitual cobertura mediática, no hubo demasiado ruido por el posicionamiento de la bióloga en una de las temáticas que actualmente divide a la comunidad científica: los transgénicos u organismos genéticamente modificados.
Sin embargo, desde que AMLO mencionó su nombre como futura directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), se manifestó en redes sociales una inconformidad por su llegada.
En su imagen pública, Álvarez–Bullya se presenta como una científica ambientalista, a favor de la biología de la conservación, que incluso forma parte de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad.
Esta postura se contrapone con la de aquellos que entienden la ciencia como una búsqueda del conocimiento independiente de sus aplicaciones prácticas, pero no sólo eso, sino que no existe acuerdo en lo que podemos entender por ‘beneficio para la sociedad’.
En particular, en redes sociales circulan las declaraciones de Álvarez–Bullya en una entrevista con el diario El Universal, publicada el día después de Navidad de 2017, a propósito de haber sido galardonada con el Premio Nacional de Ciencias.
“Los principios con los cuales se hicieron los transgénicos son incorrectos, la ingeniería genética asume que puedes modificar una parte de los organismos sin alterar el resto y además puedes predecir cómo esa alteración va a impactar las características visibles de los organismos (…) Eso es falso y los principios de ingeniería no se pueden aplicar a los organismos porque son sistemas complejos”.
Esta interpretación de los seres vivos bajo el paradigma de la complejidad, desde donde parte Álvarez–Bullya, se enfrenta directamente a la evidencia de estudios que sugieren que los organismos transgénicos no han mostrado mayores riesgos para la salud humana ni para el medio ambiente que los no modificados.
Sin embargo, otras revisiones apuntan a que el supuesto consenso científico en el tema es un discurso construido para beneficiar una política biotecnológica que responde a ciertos intereses sociales y económicos. Es decir, la literatura científica disponible hasta hoy todavía es suficientemente contradictoria como para decir con mayor certeza que los transgénicos no sólo no son peligrosos, sino que incluso son benéficos.
La tercera vía es la que aboga por no echar a todos los transgénicos en el mismo saco, sino valorarlos caso por caso.
En tanto, la contradicción evidente es que Víctor Villalobos, quien está propuesto como titular de la Secretaría de Agricultura, ha sido un promotor y agente a favor de la entrada y explotación de cultivos transgénicos en México.
¿Qué visión científica se impondrá en el próximo gobierno?
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