En los últimos días se ha intensificado la sensación de conflicto entre los llamados chairos –apodo peyorativo para quienes apoyan incondicionalmente al presidente electo López Obrador– y los llamados fifís –apodo usado para denostar a quienes no están de acuerdo con la agenda de AMLO–. Muchas voces han criticado esta pugna señalando que evidencia la pobreza de nuestra democracia. No obstante, en este texto argumentaré que la existencia de esta confrontación también puede ser algo positivo para el país.
Sostengo esto porque el conflicto entre estos dos grupos opositores está politizando temas que durante décadas permanecieron despolitizados. A la larga, esta politización podría ser positiva porque podría sacar al país del doloroso statu quo. Sólo por poner un ejemplo, el conflicto sobre la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México politizó varias arenas: la tendencia a concentrar la inversión pública en el Valle de México, el rol de los expertos en la determinación del desarrollo regional, así como el papel de los empresarios en los grandes proyectos infraestructurales.
Politizar aspectos de la vida social y económica es positivo porque nos ayuda a discutir y replantear el tipo de sociedad que deberíamos construir. Cuando un aspecto de la vida social se despolitiza es como inyectarle anestesia: todos los actores políticos aceptan el statu quo sin cuestionar sus efectos. En cambio, politizar contribuye a desnaturalizar y a desnormalizar los arreglos sociales existentes que en muchas ocasiones son injustos. La politización nos permite replantearnos aspectos como qué sectores de la sociedad deberían tener qué derechos, a quiénes habría que hacerle justicia y qué sectores deberían ceder sus privilegios.
Pero este proceso de politizar para replantear los arreglos sociales nunca ha sido un asunto terso y amigable. Los grupos sociales beneficiados por el statu quo nunca han renunciado a sus privilegios por las buenas: siempre hay conflicto y resistencia. Recordemos, por ejemplo, el caso de la lucha por los derechos políticos de las mujeres en México. Las mujeres ganaron el derecho al voto el 17 de octubre de 1953, pero la lucha social por el sufragio femenino en México se inició desde principios del siglo. Fue sólo a través de la politización y el conflicto que los movimientos feministas lograron sus objetivos.
Otro ejemplo de politización que ha tenido consecuencias positivas para la sociedad es la lucha por los derechos laborales. El 1 de mayo se conmemora en recuerdo de los mártires de Chicago, cinco trabajadores sentenciados a muerte por haber organizado una huelga exigiendo la jornada laboral de ocho horas. El primer movimiento obrero en México se formó en 1912 con la Casa del Obrero Mundial, quienes en 1916 organizaron la primera gran huelga en el Distrito Federal. Los derechos actuales de las y los trabajadores no serían posibles sin los conflictos políticos provocados por los movimientos obreros.
Hay quienes afirman que el conflicto entre los llamados fifís y los chairos es una muestra del bajo nivel del debate en la democracia mexicana. Tengo que reconocer que los apodos sí tienen una intención peyorativa y pueden entenderse como insultos. Además, esta dicotomía no deja lugar a posiciones intermedias. Sin embargo, la polarización entre estos dos grupos también puede entenderse como la conformación de nuevos sujetos políticos que se disputarán el tipo de sociedad que deberíamos de construir –rasgo que es deseable en una democracia–.
No nos asustemos ante la politización y la conformación de nuevos sujetos políticos. La politización también puede ser positiva y definitivamente es preferible a vivir anestesiados ignorando la realidad del país.
Coordinador del Laboratorio de Innovación Democrática (LID)
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JJ/I
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