El poder del algoritmo de indexación de Google para moldear nuestra experiencia en la red es casi absoluto. Al dominar 90 por ciento del mercado mundial, poca gente utiliza otros recursos para navegar por la red y en gran medida está sujeta a engullir los resultados que Google provee.
El gigante tecnológico ha conseguido que el mercado se doble a su voluntad: todas las empresas con presencia en Internet aceptan tácitamente que dependen de Google para ser encontradas y por eso deben ajustarse a sus criterios. Eso hace que el buscador sea realmente el censor más efectivo, con un alcance jamás logrado por el gobierno o los medios de comunicación tradicionales.
En el epílogo de la elección estadounidense presidencial, en el que la imagen de Facebook terminó especialmente perjudicada al revelarse su rol en la diseminación de noticias falsas y manipulación psicológica del electorado, Google no parece haber sido sometido al mismo escrutinio. Al menos eso era hasta ayer, cuando su CEO, Sundar Pichai, se presentó ante el congreso norteamericano para responder a las inquietudes de los representantes de ese país.
En el menú se incluyeron cuestionamientos sobre supuestos sesgos ideológicos para favorecer a la izquierda social y censurar las fuerzas conservadoras estadounidenses, tema que preocupa particularmente a Donald Trump (en agosto tuiteó que los resultados de una búsqueda en Google sólo mostraban noticias negativas sobre él) y a su partido.
Pero Pichai también fue increpado sobre el supuesto acuerdo que la empresa tiene con el gobierno chino para construir un motor de búsqueda con diversos controles de censura que complazca a las autoridades asiáticas, ante lo que se mostró tibio, dijo que por el momento no había planes de concretar el proyecto pero que tampoco descarta algo así para el futuro.
Otro de los reclamos fue sobre la privacidad de los usuarios, particularmente por el rastreo de la localización de los mismos a través de sus dispositivos celulares con sistema operativo Android, el cual es propiedad de Google, y por una reciente fuga de información de la red social Google Plus que terminó exponiendo los datos de 52 millones de usuarios.
Además, en el mes pasado hubo una protesta a la que se sumaron 20 mil empleados de la trasnacional por la manera en la que la compañía ha manejado los casos de acoso sexual; se sabe que protegió al creador de Android compensándolo con 90 millones de dólares para que se fuera discretamente ante diversas acusaciones.
Es evidente que le toca el turno a Google de estar en el banquillo de los acusados. A diferencia de Facebook, parece ser más difícil escapar del buscador y seguir funcionando en el mundo real. Somos mucho más dependientes de Google que de cualquier red social; inclusive en un nivel tan transparente que no lo vemos, como el aire.
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JJ/I
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