Bajo los efectos de una sobredosis de optimismo y esperanza, asumiré que el movimiento de liberalización de Venezuela, encabezado por Juan Guaidó y el respaldo parcial de la comunidad internacional, se cristalizará en la formación de una nueva República. Lo anterior supone el fin de la “Dictadura del Siglo”, es decir, la extinción del chavismo.
En este entendido considero imperante desarrollar un poco sobre el siguiente paso: la reconstrucción de Venezuela. Para esto dejaré el optimismo a un lado para inyectar una dosis de realidad. La expulsión de Nicolás Maduro no significa la evaporación de los problemas económicos y sociales en los que el pueblo venezolano está inmerso.
El paso devastador del Huracán Bolivariano deja como saldo un vacío institucional, una hiperinflación que supera el 1,000,000% (según la tasa anual publicada por la Asamblea Nacional), un tejido social desmembrado y separado puesto que las Naciones Unidas estiman una emigración de 3 millones de venezolanos.
En mi opinión el primer paso es aprovechar el sentimiento de unidad; comenzar por regeneración del tejido social. Ante la demora de cualquier ajuste estructural, programa de austeridad o el llamado a unas nuevas elecciones, el uso de la ideología se presenta como el botiquín de primeros auxilios.
En el discurso de reconstrucción tiene que prevalecer la unidad, sería un suicidio alimentar la división en un Estado con una identidad tan frágil. Venezuela no busca recuperar su “grandeza” ya que aquel pasado de bonanza divisoria y desigual fue la que generó el terreno fértil para la concepción y exaltación del chavismo, sino que tendrá que plantearse un nuevo proyecto de nación, uno que entienda de los errores cometidos.
En segunda instancia, la reactivación económica recaerá principalmente en la comunidad de venezolanos en el extranjero. Serán ellos quienes le den el voto de confianza a un Estado destruido e inmerso en la incertidumbre económica.
En tercer lugar apostaría por el inconsciente colectivo, es decir, el efecto latinoamericano. Históricamente América Latina se ha enorgullecido, quizá sin acciones que lo demuestren, de la unidad entre latinoamericanos. Venezuela es el proyecto perfecto para demostrarlo, apelar al Grupo de Lima como los socios naturales de Venezuela en temas de inversión extranjera para la reconstrucción.
Otro paso importante es combatir el vacío institucional, quizá la tarea más compleja del nuevo gobierno dada la intervención de los EU durante el proceso de liberación. Uno de los temas más sensibles será separarse de las barras y las estrellas, “el Tío Sam no da paso sin huarache o más bien sin bota industrial”. La injerencia de Estados Unidos es y será siempre un tema sensible en la región, es por ello que se debe cuidar en todo momento la libertad del nuevo proyecto de Estado.
Esperando la destitución definitiva de Nicolás Maduro, apelo a asumir con la misma unidad y esperanza el proyecto de reconstrucción, tal y como ha sido acogido el movimiento de liberación.
[email protected]
JJ/I
|