Un desastre ambiental anunciado es el que pasó el lunes 4 de marzo en Puerto Vallarta y se prolongó durante días en diferente nivel de gravedad.
El rompimiento del colector centro-norte del destino costero era un riesgo latente por la falta de mantenimiento a ese drenaje de 25 años al que no se le dio prioridad; inmediatamente después de la fuga de aguas negras, el Sistema de los Servicios de Agua Potable, Drenaje y Alcantarillado de Puerto Vallarta (Seapal) se apuró a decir que desde hace dos años había pedido al gobierno del estado recursos para una reparación mayor de la infraestructura que nunca llegó, pero los problemas con esa red se tienen desde 2008.
Parches y arreglos menores fue lo que recibió esa tubería de 1.2 metros de diámetro durante años hasta que el lunes 4 de marzo colapsó y dejó fluir miles de litros de aguas negras hacia arroyos y el Área Natural Protegida Estero El Salado, que eventualmente desemboca en el mar, uno de los más visitados en el país. Fueron tres días de vertidos ininterrumpidos que, según publicó ayer el diario Mural, habrían sido 121 millones de litros que principalmente recibió el estero.
El Salado es un ecosistema importantísimo no sólo para las más de 100 especies de aves y 30 de anfibios, reptiles y mamíferos que la habitan, sino también para el océano por una razón: es zona de reproducción de peces, cangrejos y cocodrilos, por mencionar algunos, pero una de las peores consecuencias que trajo el vertido de aguas negras allí fue que prácticamente agotó el oxígeno disuelto del agua, vital para los organismos acuáticos.
Lo que pasó en el estero es alarmante: un ecosistema de por sí frágil por la presión urbana de Vallarta recibió 121 millones de litros de aguas negras, agotó su oxígeno y amenaza con enfermar a la fauna y disuadirla de reproducirse como habitualmente lo haría. No hemos visto nada todavía del alcance que tuvo este suceso en el equilibrio ecológico de El Salado.
Ahora, ese vertido que recibió el estero se filtró hacia la costa y se dispersó durante tres días consecutivos en las playas de Puerto Vallarta. Ante esta contingencia sanitaria, la Secretaría de Salud y la Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios no sólo fueron tibios, sino opacos y complacientes.
¿Cuál fue la carga bacteriológica que recibieron las principales playas después de los vertidos de aguas negras? No se sabe, porque ambas dependencias se limitaron a informar que algunas ya presentaban menos de 200 enterococos por cada 100 mililitros de agua y que con eso se cumplían los parámetros del programa federal Playas Limpias, aunque ese tope duplica el que establece la norma mexicana de sanidad de playas NMX-AA-120-SCFI-2016.
De hecho, según la OMS, bañarse en una costa con niveles de 137 enterococos ya implica un riesgo sanitario equivalente a convivir con personas enfermas, ya que se trata de un grupo de bacterias que se aloja en el tracto intestinal y por eso se considera como el principal parámetro para medir contaminación por aguas negras. Pero ni Salud ni Coprisjal mostraron los estudios ni enlistaron en sus comunicados los resultados de enterococos de cada playa. Se les solicitó y no los entregaron.
Tanto silencio no es gratuito, hubo presiones a los altos funcionarios del sector salud por parte de empresarios vallartenses para no alarmar a la gente con la realidad del agua, pues estaba el puente vacacional encima y ya habían resentido la cancelación de los spring breakers. Así que, a complacencia de hoteleros, maquillaron los comunicados y omitieron información valiosa para la salud de la población.
Lo peor de todo, en los boletines mencionaron que, hasta ayer, la Marina Vallarta y la playa Dársenas no cumplían con los 200 enterococos del programa Playas Limpias y no eran seguras para uso, pero ¿cuánto es más de 200? ¿500, mil 500, 2 mil 500? Callar sobre una emergencia sanitaria también es corrupción.
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