Recientemente, investigadores de la UNAM y del CIDE hicieron notar el hecho de que el Congreso de la Unión no está trabajando, y me atrevo a decir que la gran mayoría de la población no se ha dado cuenta de eso, lo que se explica en parte por el hecho de que la atención a la pandemia provocada por el Covid-19 ha hecho que pongamos los ojos en el Poder Ejecutivo y sus dependencias, como es lógico.
Pero el hecho de que casi nadie haya notado la ausencia del Congreso también puede deberse a que nuestra cultura política autoritaria nos acostumbró a considerar que sólo lo que hace el presidente es importante, y en todo caso lo que ocurra en el Poder Judicial, porque sabemos que lo más conveniente es no tener nada que ver con asuntos judiciales, porque siempre perderemos algo, aunque sea sólo tiempo.
Y afirmo que la invisibilidad del Congreso es herencia de nuestra cultura autoritaria, porque a poca gente le ha parecido extraño que el presidente decida por sí mismo qué hacer para atender la pandemia, y mediante decretos o instrucciones dadas desde sus conferencias mañaneras vaya organizando el rumbo del país. Pero eso no es normal en una democracia.
Si nuestro país actuara más como una democracia, la Cámara de Diputados estaría discutiendo iniciativas de ley para facilitar los acuerdos entre trabajadores y empresarios, con el fin de preservar los empleos en las mejores condiciones posibles. O estarían supervisando de manera ágil y proactiva los procesos de compra y distribución de los insumos requeridos para la protección del personal de salud y el tratamiento de las personas con coronavirus. También podrían revisar el marco normativo del Sistema de Administración Tributaria (SAT) para elaborar mecanismos legales para respaldar a las empresas que requieren apoyo en estas circunstancias.
Por su parte, la Cámara de Senadores estaría discutiendo medidas para que los recursos para enfrentar la contingencia se repartan de la mejor manera posible entre las entidades federativas, asegurando la coordinación entre ellas en el combate a la pandemia. Y además resolver otros asuntos que le corresponden al Senado, y que no deben quedar para después, como el nombramiento de quienes ocuparán las vacantes dentro del Sistema Nacional Anticorrupción, precisamente porque una contingencia como la que estamos enfrentando puede servir para ocultar múltiples actos de corrupción.
Por otra parte, aquí en nuestro estado la dinámica parece ser la misma. El gobernador y su gabinete han acaparado la agenda pública, pero eso no significa que quienes conforman el Congreso de Jalisco no tengan nada que aportar. De hecho, podrían empezar por reformar la ley para que las diversas dependencias del Poder Legislativo puedan sesionar de manera virtual y sus resoluciones tengan validez legal.
Afortunadamente contamos con la tecnología de comunicación necesaria para que las discusiones legislativas se puedan realizar de manera remota, y además se transmitan en vivo al resto de la población, lo que además abonaría a la transparencia y la rendición de cuentas.
En ese sentido es de llamar la atención que en las últimas dos semanas sólo hayan sesionado virtualmente las bancadas de Movimiento Ciudadano y el Partido de la Revolución Democrática, pero no lo hayan hecho el resto de las bancadas y ninguna de las comisiones legislativas. Más vale que se apresuren a hacerlo, porque ya de por sí muchas personas opinan que podemos estar bien si no tenemos diputados, opinión con la que no concuerdo, pero que no será posible cambiar si el propio Congreso no se hace cargo de su relevancia pública.
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