Tal vez pocas cosas nos hagan enojar más que sentir se atenta contra nuestro privilegio, aquello que consideramos que es nuestro derecho, y que nadie debería limitar, excepto las personas que consideramos nuestras semejantes. Eso queda muy bien ejemplificado con la demanda de cambios a la ciclovía de avenida Guadalupe, en el municipio de Zapopan.
Automovilistas de otras zonas de la ciudad, que sienten limitado su supuesto derecho a transitar en su vehículo con los menores obstáculos posibles, han aprovechado para expresarse en contra de esa y otras ciclovías. Han dado varios argumentos, algunos válidos, otros no tanto, pero si ponemos atención, en el fondo es que se sienten limitados y desplazados por personas que a su juicio no son sus semejantes: las ciclistas.
¿En qué podemos notar que su molestia es una cuestión de privilegio? En que su molestia no sería la misma si esas personas también se trasladaran en autos en vez de en bicicletas a lo largo de ciclovías. También les complicarían el traslado, pero serían sus semejantes: automovilistas.
Ojo, no afirmo que no les moleste que haya más autos circulando, claro que preferirían que fueran menos, pero difícilmente veremos a un automovilista enojado con las ciclovías que al mismo tiempo pida medidas para impedir que más autos se agreguen a la flota que ya circula. Y no lo hacen porque en el fondo esperan en algún momento poder comprar un auto nuevo, y una medida así se los impediría. Eso implicaría perder un privilegio. Por eso tampoco aprobarían medidas que impliquen restringir o sacar de la circulación un cierto número de vehículos automotores.
Sin embargo, precisamente porque el uso de la vía pública es conflictivo, la ley de movilidad de Jalisco, atendiendo estándares democráticos y de derechos humanos, en su artículo 8 establece que “Se otorgará el derecho de preferencia a los peatones, personas con discapacidad, adultos mayores, mujeres embarazadas o con niños menores de 5 años, ciclistas y los usuarios del transporte público, quienes gozarán de preferencia sobre los vehículos en todos los cruceros o zonas de paso peatonal y se les brindarán las facilidades necesarias para abordar las unidades del transporte público, las cuales deberán contar con asientos o espacios preferenciales y exclusivos”.
Como vemos, la creación de ciclovías es una manera de hacer concreta y real esa preferencia establecida por la ley. Y por supuesto que eso retira privilegios a los automovilistas, pero un estado constitucional y democrático de derecho se caracteriza justamente por hacer lo posible y necesario para emparejar la situación en la que viven las personas bajo su jurisdicción.
De hecho, Guillermo Peñalosa, urbanista colombiano, afirma que las ciudades civilizadas son aquellas en las que una persona de 8 o de 80 años puede desplazarse con seguridad por toda su extensión, y esto es así porque si esas personas en los extremos de la edad pueden hacerlo, todas las demás pueden. ¿Podemos considerar civilizada nuestra ciudad con ese criterio?
Ahora bien, probablemente hay muchas personas que estarían dispuestas a reducir el uso del transporte privado, sin embargo, no lo hacen porque las banquetas son peligrosas, porque el transporte público es insuficiente, ineficiente e indigno, o porque es peligroso desplazarse en las calles a cualquier hora del día, pero en particular por la noche, debido a la inseguridad. Así que mientras nuestras autoridades no nos garanticen una buena alternativa pública y colectiva, que haga efectiva la ley, quien posea un auto particular seguirá defendiendo su privilegio privado.
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