A mediados de febrero, el Bioparc Valencia, en España, informaba de la muerte de una cría de chimpancé, una especie que, señala el comunicado que liberaron, tiene una alta mortandad entre las crías. Este fallecimiento ocurrió a pocos días del nacimiento.
Los chimpancés y los bonobos son los otros primates más cercanos a nosotros, los Homo sapiens. Serían como nuestros primos hermanos evolutivos, con quienes compartimos 98.7 por ciento del ADN.
Volviendo al caso del Bioparc, la madre ha necesitado de tiempo para asimilar la muerte de su cría. Los cuidadores no pueden simplemente quitársela o intentar acelerar el proceso de lo que llamaríamos duelo, porque no solo afecta a la mamá, sino a la comunidad que la acompaña, debido a las redes sociales que tejen entre ellos, e incluso pondría en riesgo la vida de las otras crías vivas.
Natalia, la madre de la cría muerta, ya había perdido otra en 2018, detalla Bioparc. Hace unos días, a inicios de mes, medios españoles consignaban que, pese al avanzado estado de descomposición, la chimpancé aún carga con el cuerpo de la cría fallecida; en contraste, el equipo del centro de conservación no puede intervenir en este luto, pues aboga por mantener la actividad normal, considerando además que son ejemplares que no están domesticados, y por lo tanto hay que respetar los procesos naturales, por más desoladores que nos parezcan, para no interferir en el equilibrio de este grupo, “favoreciendo su comportamiento e instinto natural”.
En 2018, durante 17 días y mil 600 kilómetros, una orca cargó a su cría fallecida por todo el Pacífico noroeste. Su duelo atrajo la atención de especialistas, tratando de analizar y entender su comportamiento. La orca bebé de Tahlequah murió a la media hora de haber nacido, después de un largo periodo de 17 meses de gestación.
En su momento, John Ford, investigador de la Universidad de la Columbia Británica, detalló que los cetáceos “tienen un fuerte impulso de cuidar de su descendencia y esto, evidentemente, se extiende a los neonatos que mueren después del parto”.
A mediados de 2020, Tahlequah dio a luz a un nuevo ejemplar, con éxito, para beneplácito de quienes siguen a esta vaina, pues han documentado durante años su bajo peso ante la falta de alimentos y su escasa reproducción.
Apenas el año pasado, una delfín pasó por un proceso similar, en costas españolas. El recorrido fue documentado y la preocupación principal era evitar que la mamá quedara varada junto con su cría muerta. Al final, la cría fue dejada y los especialistas pudieron recogerla para trasladarla a la Coordinadora para el Estudio de los Mamíferos Marinos.
En el reino animal no podemos hablar literalmente de malas o buenas madres. No podemos decir que la chimpancé, la orca o la delfín son “malas madres” por seguir aferradas a sus crías fallecidas o por hacer sus duelos para poder procesar sus pérdidas, ¿entonces por qué lo hacemos con las madres humanas, con frases como “ya suéltalo, para que descanse” o “no dejas que tu bebé esté tranquilo en el Cielo porque tú no lo has superado”, haciéndonos sentir más mal por todo aquello que sentimos y que nadie nos ha enseñado a sobrellevar?
Leyendo sobre estas mamás animales veo mi propio duelo y veo las pérdidas que han tenido otras mujeres, y agradezco a esa red que nos hizo (y hace) seguir a flote, como ocurre actualmente con Natalia.
En comunidad.
X: @perlavelasco
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