Después de todo, al parecer todos estamos rotos. Al menos cuarteados, astillados, desgarrados o raspados de alguna orillita de nuestro ser. De una esquinita. De un costadito. Hay días que parecen no existir, otros días nos resultan apenas perceptibles. Otros tantos nos parten en dos. Damos cuenta de ello hasta que nos comienza a hablar, en ese lenguaje tan propio, que no pasa inadvertido.
Una mañana puede ser como una brisa incómoda en el rostro cuando doblas la esquina. Otras tantas, tan rotundas y afiladas como la espada de un antiguo guerrero samurái. Como diría la escritora Rosa Montero, “y es raro porque… cuando se pone a doler, te sigue pareciendo igual de intenso”.
Existen muchas formas de estar presos, de ser rehenes. Los seres humanos somos expertos en buscar y encontrar formas verdaderas para vivir como prisioneros. Lo elegimos. El amor, o su contrario. Las culpas. La autoexigencia. La falta de ganas. Las decisiones o la falta de las mismas. La parálisis. Las cicatrices. El compromiso. La soledad no elegida. El autoengaño. Los fantasmas. El cuerpo. La comida. El poder. El duelo. El sexo. El éxito. La competencia. Las creencias. El dinero. La ausencia. La religión. La política. Lo estético. La velocidad. El aparente altruismo.
Así, de este remedo de humanos que vamos siendo, con algunos motivos para encender las luces amarillas de la habitación y llenarnos de nostalgias. También nos vamos construyendo de certezas, de respuestas y motivaciones. En donde tenemos la sensación de haber descifrado el enigma y encontrado un sentido. Y nuestro andar tiene la cualidad de sutileza y profundidad al mismo tiempo.
De pronto, aunque no comprendamos del todo la velocidad y tiempo. La vida nos está sucediendo ahora mismo. Contra nuestros planes, nuestros placeres y delirios. Los días, las horas y los segundos anteriores se han disuelto ya. Diría Eduardo Galeano: “Por largo tiempo me parecía que la vida estaba a punto de comenzar. La vida de verdad. Pero siempre había algún obstáculo en el camino, algo que resolver primero, hasta que me di cuenta que esos obstáculos eran mi vida”.
Me parece que la vida es como el escritor Roberto Bolaño describe el leer, como un pensar, como rezar, como hablar con un amigo, como exponer y escuchar ideas, como la música, como el contemplar el paisaje y dar un paseo en la playa.
Así entonces. Vivamos. Mientras llega ese olvido que inevitablemente también seremos.
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