A casi 10 mil kilómetros de distancia de nosotros, las elecciones legislativas en Francia parecen algo lejano a nuestra problemática. Sin embargo, reflejan un fenómeno planetario que nos toca muy de cerca.
Aunque no haya una fecha de inicio precisa, llevamos cerca de 50 años de predominio de las estrategias económicas promotoras del “libre mercado” a nivel mundial. Aunque en los discursos políticos siempre se hable del medio ambiente, desigualdad, paz o justicia, las decisiones centrales en el mundo del poder económico se guían bajo otros criterios: competitividad, productividad, eficiencia, rentabilidad, etcétera. Parecería que el éxito de las naciones se basa en sus bolsas de valores, exportaciones, paridad monetaria y en los índices de competitividad global. El resultado ha sido el de un mundo mucho más polarizado, deteriorado ambientalmente, con mucha mayor pobreza y violencia. Uno podría suponer que los países ricos son los ganadores y los países pobres, los perdedores, pero la realidad es más compleja: pequeños grupos de privilegio, de empresas y personas con nombre y apellido han sido los grandes beneficiados en este medio siglo, tanto en países ricos como en pobres. Pero como dice el dicho: más tiene el rico cuando empobrece que el pobre cuando enriquece.
Si las riquezas naturales se trasladan masivamente de los países pobres a los ricos, si las fugas de divisas dirigen los capitales hacia los grandes centros financieros y a los paraísos fiscales, si los tratados de libre comercio favorecen a los corporativos globales “de capital mundial”… ¿qué le queda a la población de los países pobres, sufriendo el despojo de sus riquezas, recursos financieros, con sus micro y pequeñas empresas en franco deterioro, con salarios paupérrimos, trabajo precarizado y medio ambiente degradado? Muy fácil, aunque también extremadamente difícil: huir hacia los países ricos.
¿Y qué pasa cuando llegan los pobres a la tierra de los ricos? Entran a una durísima lucha económica, social y cultural para insertarse y tener su lugar… ¿Con quiénes tienen que luchar? Básicamente con la población menos favorecida en esos países ricos, con aquellos que se sienten amenazados por quienes les pueden disputar su empleo, su pequeño departamento, el lugar de sus hijos en la escuela o la cita médica en un centro de salud. A los ojos de gran parte de la población de esos países ricos, los pobres que llegan a sus tierras son la gran amenaza.
En las pasadas elecciones al Parlamento Europeo, la Unión Nacional (profundamente antiinmigrante) obtuvo un triunfo rotundo. El presidente Macron disolvió la Asamblea Nacional (el equivalente a nuestro Congreso de la Unión) y llamó a nuevas elecciones legislativas, de donde saldrá un nuevo primer ministro, que formará un nuevo gobierno (aunque Macron siga de presidente).
Ayer se efectuó la primera vuelta electoral y la Unión Nacional salió triunfante. La segunda vuelta será el próximo domingo y, de consolidarse su triunfo, podrá haber fuertes transformaciones en Francia, no sólo frente a la inmigración, sino frente a las políticas sociales que ahora son para toda la población, así como el establecimiento de posturas más reticentes a la construcción de la Unión Europea.
Hablamos de Francia, pero igual ya tuvimos una experiencia similar en Gran Bretaña con el Brexit y estamos ante el escenario de la vuelta de Trump en Estados Unidos… Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar.
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