Que vivan los estudiantes, decía Violeta Parra en una canción dedicada a las universitarias que participaron en los movimientos sociales de la segunda mitad del siglo pasado, que pusieron sus conocimientos al servicio del cambio social a favor de las personas que estaban en circunstancias más desventajosas.
Quiero sumarme al aplauso y reconocimiento a las y los estudiantes de derecho de la UNAM, Iberoamericana, ITAM, Panamericana, La Salle, CIDE, ITESO, Tec de Monterrey y UAEM, a quienes se unieron estudiantes de otras universidades, por ponernos la muestra de lo que se debe hacer, cuando muchas personas adultas nos quedamos pasmadas ante la consumación de la supermayoría de Morena y sus partidos aliados, contraria al espíritu de la Constitución.
Se necesita valor para enfrentar una situación como esta, y las personas al servicio del Poder Judicial federal ya habían tomado la iniciativa, pero parecían estar dando una batalla que a nadie más interesaba, hasta que quienes se supone que se beneficiarían con los cambios propuestos en la reforma al Poder Judicial impulsada por el presidente saliente, López Obrador, y su partido, decidieron sumarse a las protestas, porque lo que están estudiando les permitió darse cuenta de que las supuestas bondades de la reforma son un engaño, y que es probable que agraven los males que aquejan al Poder Judicial.
Porque, es preciso reconocerlo, el Poder Judicial tiene muchas deficiencias. Aunque en el orden federal se ha ido profesionalizando, y su servicio es cada vez mejor, aún dista de estar a la altura de lo que requerimos. Pero en el orden estatal, que es con el que tiene contacto la mayoría de las personas, está en una situación mucho peor, fundamentalmente por la corrupción, que provoca muchos otros problemas. Eso lo sabe cualquier estudiante de derecho que haya hecho sus prácticas profesionales en un juzgado.
Está claro que hace falta reformar al Poder Judicial, en eso coincidimos con el presidente López Obrador, pero muchas personas creemos que para eso es necesario mejorar el diseño de la carrera judicial, para que solo avancen las personas más capaces y honestas, para lo que también es necesario contar con instancias efectivas de control y sanción de los actos de corrupción, al mismo tiempo que se suprime el nepotismo. La propuesta del presidente no propiciará nada de eso.
Además, como también lo saben las y los estudiantes, no basta con corregir al Poder Judicial. También se tienen que reformar los cuerpos policiacos, y las fiscalías, que son las instancias que tienen a su cargo reunir las evidencias y acusar a los posibles infractores, y demostrar su culpabilidad, pero que hacen un trabajo muy deficiente, y tienen la mayor responsabilidad de la alta impunidad que padecemos, debido, también, a la corrupción. Y nada de esto toca la reforma judicial propuesta.
Es cierto, los jueces y magistrados federales no son perfectos, pero están más cerca del ideal que el resto de quienes forman parte del sistema de justicia, y por eso los defienden quienes estudian derecho.
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