Uno de los múltiples errores de la oposición en México es la exageración. Durante el sexenio, el proceso electoral y actualmente, se dedica, a través de sus voceros partidistas, intelectuales afines, medios informativos no plurales y camarillas de mensajeros pagados en las redes sociales, a sobre dimensionar fallas cometidas por el presidente Andrés Manuel López Obrador y lo que ocurre alrededor de su figura.
Las pifias y notables errores en las estrategias obradoristas las agrandan los adversarios hasta torcer el significado de palabras como “todo”, “nunca” y “jamás”. La información de un acontecimiento grave sucedido en México la manipulan al límite, para intentar demostrar que lo sucedido en un lugar o sector es extensible al resto del país; o si ciertas decisiones provocan escozor de algún tipo, la comparan con la desgracia que atraviese un país con dictadura o en crisis para afirmar que hacía allá naufraga México.
La exageración es parienta de lo catastrófico. Y en política lo usa la oposición hasta el cansancio. Abusa de la mentira maquillada de verdad. A fuerza de construir un discurso fatalista sobre el futuro del país, considera que eso puede permear en más simpatizantes. No ha sido así. Los electores no coincidieron en su percepción cotidiana con el alarmismo estridente del PAN, PRI, PRD y las cercanas agrupaciones de derecha y ultraderecha. Criticar hasta el abuso, sin propuestas claras, resultó en auto suicidio electoral. Exagerar es perder credibilidad.
Por ejemplo, en economía abundan los bulos machacados en la mente de la población, que poco caso les hizo: que el peso se devaluaría hasta niveles nunca alcanzados, que la economía acabaría en crisis y terminaríamos como Venezuela, que la inflación rebasaría cualquier pronóstico, que tronaría el tratado con Canadá y EU, etcétera. Y así, en diversos temas. Las críticas certeras, claras, fundadas, que sí las hay y fueron desoídas, que desnudarían errores de la llamada 4T, al ser exageradas y/o desmentidas por la realidad, mostró a la oposición como mentirosa. Porque la exageración también es prima de la mentira.
Las críticas de la oposición, una parte sí certeras, pierden peso político al inflarse como grandes verdades, combinadas con calificativos insultantes y el agrandamiento desmesurado de lo que ocurre o de sus consecuencias. ¿Cómo confiar en una oposición que traspasa con sus mensajes los límites de lo verdadero? Y de lo verdadero al menos para los más pobres del país, ajenos a la perorata que desde las clases media y alta se suelta agresivamente en redes sociales. El discurso grandilocuente de la oposición poco caló en votantes de los estratos sociales más desfavorecidos. Esa ceguera costó y cuesta cara a la oposición.
También desde la tribuna presidencial se exageran logros y supuestos logros. Afirmar que el sector salud sería el mejor del mundo, que superaría al de Dinamarca, lo cual repitió el presidente decenas de veces, es un botón de muestra. Otro ejemplo es lo relacionado con la seguridad pública. Aunque se hagan marrulleros análisis, estilo gobernador de Jalisco, la seguridad es un fracaso del gobierno obradorista. La exageración es un pecado de la clase política. Ahí caben todos; unos más, otros menos.
X: @SergioRenedDios
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