Sin mayor temor podría afirmar que todos y todas nos hemos enamorado al menos una vez en la vida. Si no les ha pasado, aún hay tiempo. No podemos irnos de este mundo sin experimentar esa inexplicable y asombrosa experiencia de amar. El amor nos moviliza, nos transforma, nos vuelve suficientes, nos encuentra valientes y dispuestos. Nos devuelve la posibilidad de la ternura y la locura a la vez. Nos lleva a soñar, a ser atrevidos, a mirarnos y contemplar el amor en otras personas. Nos lleva a mostrar la mejor versión, esa que de pronto era incluso desconocida para nosotros.
Estar enamorado es concentrar toda la atención, la escucha y la libido en una sola persona. Para ese entonces, el universo entero tiene nombre propio. El enamoramiento es una especie de alucinación, los sentimientos, las emociones y las promesas están desproporcionadas. Luego termina y habrá que visibilizar el amor en otras versiones. Es como una vuelta a la realidad, en donde todo ya no es tan dulce ni tan rosa. Concluye la idealización. Lamentablemente o afortunadamente. Nos vemos en la posibilidad de aceptar lo diferente. Nos vemos obligados a ser otros, a investigarnos mejor y a perfeccionarnos.
Cuando amamos, le damos al otro la posibilidad de prácticamente todo, de resignificarnos favorablemente la vida o de rompernos el corazón, pero ¿no es justamente también esa posibilidad que tenemos los seres humanos de mostrarnos vulnerables, de exponer las heridas, de dejar las cicatrices al aire, lo que nos permitió conectar con el otro? ¿lo que nos permitió amarnos?
El mostrarnos auténticos, imperfectos, con el alma dispuesta, ¿no es también una posibilidad para que nos continúe el amor y las ganas?
¿Por qué los seres humanos podemos continuar siendo de una forma en la que no sólo sabemos que nos daña, sino que daña nuestros vínculos?
¿Por qué podemos ser tan obstinados y defender absurdas verdades absolutas?
¿Cómo es que ocurre ese pasaje del amor a la indiferencia?
¿Por qué hay desamor dónde antes existía todo? ¿Has experimentado el desamor? Es como morir en el corazón del otro.
En asuntos de conjugar el verbo amar, no hay conclusiones. Como diría Anaïs Nin: “El amor no es una elección, pero amar plenamente lo es. Exige entrega, una vulnerabilidad que pocos están dispuestos a ofrecer. Amar es arriesgar el caos, renunciar al control... Amar de verdad es liberarse de las cadenas de la autoprotección”.
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