Es común, máxime en este inicio de sexenio, que desde distintos ámbitos, particularmente desde diversas voces empresariales, se demande la búsqueda de un buen funcionamiento económico. ¿Habría alguien que en su sano juicio requiriera lo contrario?
La cuestión es qué es lo que entendemos por “un buen funcionamiento económico”. Recordemos que la economía estudia la “administración de la casa”, entendiendo por “casa” todas aquellas posesiones de que disponemos como individuos, hogares, territorios, países o el mundo. Una buena economía nos permite satisfacer nuestras necesidades de la mejor manera. Platón decía que era “el arte que nos libra de la pobreza”.
Lo importante no es sólo que crezca el producto interno bruto (PIB), pues no mide lo que dice medir (la suma de bienes y servicio finales que produce una sociedad en un periodo determinado). El PIB sólo mide lo que es vendido o que se pueda vender, lo que entra a los mercados y se mide “a precios de mercado”, pero gran parte de los bienes y servicios no se compran ni venden: ¿qué mayor bien que el dar origen a una nueva vida y parir, como lo han hecho todas las madres de la historia? Eso no entra en el PIB.
Una buena economía debería implicar el reconocimiento a toda esa inmensa generación de riqueza no registrada en los mercados. Por ello, decisiones como la pensión para las mujeres de 60 a 65 años o para los estudiantes de las escuelas públicas de educación básica contribuyen a una buena economía.
Además, una “buena economía” no supone sólo generar más riqueza, sino repartir equitativamente la que se genera. Si se genera riqueza, pero unos cuantos se la apropian, el país podrá ser más rico y la mayoría de sus habitantes podrán ser más pobres. En México, la maestra Ifigenia Martínez, quien transmitió la banda presidencia de AMLO a Sheinbaum el martes pasado y falleció hace un par de días, fue pionera en el análisis sobre la mala economía de México, no por falta de crecimiento, sino de justicia en el reparto de sus beneficios.
Generalmente evaluamos la economía por el PIB, inflación, tasas de interés, inversión extranjera, reservas internacionales, paridad de la moneda, etc. ¿No sería tanto o más importante evaluarla en función de la equidad en el reparto de la riqueza, la dignidad del empleo o la reducción de la pobreza?
¿Cuánto puede durar una “buena economía”? Si crecemos agotando las riquezas naturales y degradando el medio ambiente, bonita congruencia con la frase de “trabajamos para darle un mejor futuro a nuestros hijos”. La sostenibilidad y la regenerabilidad ambiental son condiciones básicas para existir y no sólo la posibilidad de un nuevo nicho de negocios. Una buena economía supone priorizar nuestras condiciones de viabilidad a futuro.
Sí, necesitamos una buena economía, pero eso no significa someternos a la imposición de condiciones financieras por parte de los grandes capitales y corporaciones. Es imposible negar tales intereses, pero el gran reto será tener éxito en el malabarismo entre los juegos de poder económico predominante y las necesidades de sostenibilidad ambiental, equidad social y generación-aplicación de conocimiento, para mejorar nuestra vida colectiva.
[email protected]
jl/I
|