El jueves de la semana pasada, al presentar una nueva tanda de funcionarios públicos que lo acompañarán como parte de su equipo de trabajo a partir del próximo 6 de diciembre, el gobernador electo Pablo Lemus Navarro llamó al diálogo a los colectivos para la definición de perfiles y características de las dependencias que atenderán esta agenda, en particular la Secretaría de Inteligencia y Búsqueda.
Lo hizo porque desde que se anunció el proyecto para atender la crisis de desaparición de personas, quedó evidenciado porque no habló con los colectivos para el diseño de la nueva secretaría y porque los diputados, acostumbrados a servir de ventanilla de trámites del Ejecutivo, aprobaron la iniciativa sin escuchar las voces que pedían un parlamento abierto.
Nadie pondría en duda que la peor herencia que dejará Enrique Alfaro Ramírez a Pablo Lemus será la de desaparición de personas, la cual está ligada a los otros problemas graves que enfrenta el estado, como las fosas clandestinas, la crisis forense y los homicidios. Por ello, estamos también seguros de que no será un tema fácil de resolver para el futuro gobernador.
Lo que no puede hacer Pablo Lemus es cometer los mismos errores en que incurrió su antecesor, quien creyó que decretando nuevas oficinas y asignándoles presupuesto, el asunto estaba atendido. Las dependencias creadas fueron vistas solo como espacios para contratar a más amigos y los recursos tuvieron un uso cuestionable.
Incluso, el gobernador Enrique Alfaro comenzó su gobierno con disposición al diálogo y nombró a Margarita Sierra, secretaria de Planeación y Participación Ciudadana, quien venía del activismo social, como enlace con los colectivos. De nada sirvió y unos meses después la funcionaria se alejó por completo de esta tarea y ya nadie atendió a los colectivos.
La mayor parte de la administración de Enrique Alfaro se caracterizó por cerrar las puertas a las familias de los desaparecidos y por intentar invisibilizar el tema o al menos reducir su impacto.
La desaparición de personas es un tema complejo porque no hay patrones únicos. Hace tiempo que los cárteles dejaron de ser empresas productoras y vendedoras de droga para acaparar múltiples actividades en nuestro país. En esta multiplicación de actividades es donde se dispara el número de desaparecidos, para convertir a Jalisco en el estado número uno a nivel nacional.
Todo esto, sin contar la constante participación de elementos de seguridad municipales, estatales y federales en la desaparición de personas o las graves omisiones de las dependencias con responsabilidades en las búsquedas.
En ese entramado tan complejo, donde la falta de prevención y la impunidad han jugado un papel determinante, Pablo Lemus no debe pretender empezar de cero, sin escuchar a las familias, a los colectivos y a los activistas de derechos humanos que los han acompañado. No debe empezar sin toda la información que ellos han acumulado y que le puede permitir tener un panorama real de lo que sucede en Jalisco.
El diálogo con los colectivos no solo es necesario para que éstos sepan que serán tomados en cuenta. Quien más lo necesita es el gobernador electo, quien podría partir de todo lo que han construido desde sus diferentes trincheras quienes buscan a un ser querido y saben dónde les ha fallado el Estado.
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GR
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