Ya he referido aquí que cursé el primer año de bachillerato en la escuela vocacional número 2 que estaba en las calles de Tres Guerras y General Prim, a media cuadra del Parque de la Ciudadela, en la Ciudad de México.
Por aquella época, el futbol americano era en ese tiempo afición –además de motivo de piques y, en ocasiones, confrontación– en las preparatorias y vocacionales del sistema educativo nacional. También era usual que cada escuela tuviera su grupo de animadores para su equipo.
Esas “porras”, que aún subsisten en el futbol soccer, llegaron a ser grupos temibles que en muchas ocasiones terminaban agarrados con los fanáticos del equipo contrario, y con quienes se pusieran en el camino, en auténticas batallas campales que dejaban destrozos y heridos.
La voca 2 no era la excepción; sus porros eran liderados por dos grandulones pseudoestudiantes, fósiles, como los llamaban por los años que llevaban cursando el bachillerato, apodados Tucsón y Wachachara, que lo mismo encabezaban al grupo una “colecta voluntaria” entre los automovilistas en el semáforo de la esquina o se metían a cenar “gratis” en el merendero de la otra calle, siempre imponiendo el miedo a su alrededor.
Poco después de concluido el Movimiento del 68, la escuela fue cambiada a unas instalaciones nuevas en la avenida Río de San Joaquín, en la colonia Lomas de Sotelo, a espaldas del Panteón Francés. Los porros del plantel, ya para entonces metidos en el consumo de alcohol y sustancias más fuertes, comenzaron a asolar a los vecinos de los alrededores.
En una de aquellas tardes de mediados de 1972 en que la “porra” ya convertida en banda de criminales andaba robando comercios y abusando de los vecinos y transeúntes por los edificios de la Unidad Lomas de Sotelo, tuve la mala fortuna de ser blanco de sus atenciones por defender a una chica que hablaba por teléfono en una caseta, mientras esperaba mi turno. La paliza fue de tal magnitud que la hinchazón me desfiguró y fui a dar a la Cruz Roja aquella noche, donde recibí una magnífica atención.
Recordar esos hechos que muestran la arbitrariedad y el abuso que puede imponer un grupo a una comunidad, reflexiono acerca de la forma irrazonable y violenta que está utilizando Morena en la conducción del país, para imponernos sus métodos de gobierno, nos gusten o no, sin derecho a réplica.
Con la artificial mayoría absoluta que consiguieron torciendo la ley a su favor ilegalmente, por más que la presidente y sus cómplices en las cámaras de Diputados y Senadores intenten repetidamente de justificar argumentando que fue lo que “el pueblo les dio”, cuando no obtuvieron esa cantidad de votos en proporción a todo el padrón electoral ni a la votación real de la elección del 2 de junio.
Tarde o temprano pagarán por esa imposición y por la destrucción violenta de las instituciones del país: el Poder Judicial y los llamados organismos autónomos.
Así sea.
X: @benortega
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