Recuerdo con cariño las acampadas y los viajes que realizábamos con el grupo 167 primero, que luego cambiaría a 137 Scouts del Parque allá por finales de los años sesenta y principios de los setenta del pasado siglo 20.
Ya fuera en el Estado de México, Guerrero, Morelos, Michoacán o Guanajuato y Querétaro, que en los estados del sur y sureste del país, acampábamos con seguridad, disfrutando de la naturaleza con absoluta tranquilidad. El hecho de que muchas veces estuviéramos en medio de la nada, no provocaba preocupación ni angustia en nuestros progenitores.
Ni siquiera el paso por veredas montañesas de las recuas cargadas de madera conducidas por taladores clandestinos, en la zona cercana al río y la presa ubicados en los alrededores de Santa María Mazatla en el Edomex, nos alteraba las rutinas de actividades y juegos que solíamos realizar, pues sólo nos saludaban al pasar.
Lo mismo nos bañábamos que usábamos para cocinar y beber el agua de los ríos cercanos a nuestros campamentos con la confianza de que con una hervidita quedaba buena para tomar. Nunca en todos esos años nos enfermamos del estómago o de la piel por hacerlo.
Nuestros padres llegaron a visitarnos en algunos campamentos, en Mazatla en Edomex llegaron a un convivio en el que padres e hijos realizamos un programa de actividades scout, otra visita, aunque sólo de algunos, fue a la Cascada de las Granadas en las inmediaciones de Taxco, en Guerrero.
Estos recuerdos me llevan a reflexionar cómo han cambiado las cosas en sólo medio siglo. Hoy en día no existen ya sitios en los que un grupo de muchachos adolescentes pueda acampar con la tranquilidad de que no se topará con criminales que podrían secuestrarlos, reclutarlos o, en el peor de los casos, desaparecerlos.
Los reportes de jóvenes que desaparecen sin dejar rastro son cosa de todos los días, lo que provoca que los padres queden con angustia cada vez que sale de casa alguno de los hijos en la ciudad y les pedimos que se mantengan en contacto constante: llama cuando llegues, si te mueves de ahí me avisas, etcétera. Queda claro que la inseguridad es un problema muy grave. La falta de seguridad en todo el país es un verdadero cáncer social.
De bañarse en un río ni hablar, desgraciadamente los intereses económicos de empresarios sin conciencia tienen coptados a los políticos de todos los niveles, que les permiten contaminar los ríos a todo lo largo y ancho del país, ninguna de las entidades federativas se salva.
Hay por todas partes ejemplos muy lamentables. En Jalisco, donde vivo, tenemos un río muerto por la contaminación: la porción de la Cuenca Lerma-Santiago, que no tiene ya vida alguna en sus aguas.
Además, la contaminación ha dejado graves enfermedades y un alto índice de mortalidad, en una amplia zona del estado, a lo largo del río Santiago y en las inmediaciones del lago de Chapala.
Las nuevas administraciones, estatal y federal, han prometido invertir grandes recursos para, ahora sí, sanear el río, sin conceder impunidad para nadie.
Así sea.
X: @benortega
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