No tendremos miedo a negociar, pero nunca vamos a negociar con miedo
Enrique Peña Nieto
Tras las declaraciones del lunes pasado del presidente electo de Estados Unidos de América (EUA), Donald Trump, donde amenaza de imponer un arancel de 25 por ciento a las importaciones mexicanas y canadienses, se desató de inmediato una sacudida en las esferas políticas y económicas en ambos países. La primera reacción de la mandataria mexicana fue responder como al más puro estilo del ex presidente López Obrador: redactar una misiva dirigida a Trump (aunque se sabe que éste rara vez lee más allá un tuit… y ni esto es seguro).
La carta es una mezcla de justificaciones, acusaciones y buenos deseos, pero que desnudan la triste realidad, tanto del país del norte como de México. Dicen que “el que se lleva se aguanta”: si Trump hubiera respondido por escrito, las acusaciones hubieran sido aún más contundentes, prolongando así el intercambio de reproches. Al final del primer párrafo, se señala que, si EUA destinara una parte de su gasto militar, se podría abordar mejor “la movilidad de las personas”.
También toca el tema del fentanilo, que es “un problema de consumo y de la salud pública de su país”. Además, señala que los precursores químicos ingresan de forma ilegal (“dime algo que no sé”, Trump dicerem). Además, 70 por ciento de las armas incautadas proceden de EUA, rematando con la frase “los muertos… los ponemos nosotros” (atribuida a Adolfo López Mateos y retomada por Calderón, López Obrador y ahora Sheinbaum): faltó decir que también ponemos los mexicanos que asesinan a compatriotas. Termina con amenaza: “a un arancel, vendrá otro en respuesta”.
Es difícil imaginar a Trump respondiendo a esta carta con otra similar. Las relaciones epistolares son premodernas, y lo más prudente hubiera sido –como lo hizo el primer ministro Trudeau– llamarlo para aclarar las cosas; sin embargo, con un personaje como el “agente naranja” se debe proceder con extrema cautela.
El pasado miércoles, la revista Rolling Stone publicó un artículo titulado “El equipo de Trump debate ‘¿Hasta qué punto debemos invadir México?’”. El texto pinta un panorama inquietante: aunque Trump puede decir algo halagador a Sheinbaum al oído, tras bambalinas sus asesores en seguridad han sugerido la necesidad de “invadir México”: desde una “invasión suave” hasta enviar soldados a combatir los cárteles de las drogas.
Nuestra mandataria debe actuar con prudencia con un personaje tan perverso, cínico y traicionero como Trump, con el cual tendrá que negociar los próximos cuatro años. Trump no es político diplomático; es un negociante acostumbrado a imponer su voluntad y nunca ceder. Por ello, La Jornada, en su editorial del día posterior a la carta, publicó en su sección Rayuela: “Mucho cuidado con el tono, chula, recomendaría don Lázaro. No se trata precisamente de una persona sensata”.
Trump tiene un estilo agresivo, directo y orientado a resultados; negociar con él requiere una combinación de firmeza, flexibilidad estratégica y capacidad para leer las dinámicas emocionales de cualquier interacción, una tarea nada fácil.
X: @Ismaelortizbarb
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