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VIDA. �El hecho que te reconozcan por una felicidad, creo que es hasta inmerecido�, dijo la bibli�fila. (Foto: Michelle V�zquez)
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En su familia no los une la sangre, los unen los libros. Carmen López-Portillo fue reconocida ayer en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara por su historia de bibliófila.
La mujer, la ‘hacedora de magia’ como se refirieron a ella sus amigos y colegas en un video-homenaje, recordó cómo en su niñez la vida se basó en los libros. Una enorme biblioteca de su abuelo se convirtió en el espacio para conocer el mundo. “El olor era una mezcla de caoba, piel, era la belleza del objeto mismo”, rememoró.
Mencionó que en su familia la muestra más grande de afecto era poder entrar a esa biblioteca, tomar un libro y comentarlo; de ahí nació su amor por la lectura y la esencia de las páginas.
“El linaje no se expresa por la sangre o la riqueza o formación, sino por la lectura. Si tú pudiste entrar a la biblioteca del abuelo, ya habías roto los sellos. Si te dejaban entrar a la biblioteca, sacar un libro y comentar...”.
Leer reúne a su familia y se considera a los libros una puerta para conocer otros mundos y explorar lo que otros dicen o tienen por decir.
“Eso que uno lee en un libro es una experiencia completa. Oler el olor del papel y la tinta, los libros son más que las palabras que se leen, son una experiencia sensorial, uno no lee sólo con los ojos, lee con el texto, con el olfato”.
El papel de los libros en su vida es tal que cuando se divorció, lo más complejo fue repartirse con su ex pareja los libros que, para ese entonces eran más que páginas, se convirtieron en recuerdos de una vida.
“Cuando nos divorciamos y decidimos repartir las cosas, lo único que sí vamos a pelear, libro por libro, es la biblioteca. Lloramos como nunca”, mencionó.
Durante el homenaje se hizo mención de su papel como rectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana, todo lo que tuvo que trabajar para sacarla a flote, rescatarla y verla crecer. Ahora, es ex rectora, pero su vida sigue apegada a la universidad y a Sor Juana.
“Si pudiera invitar a una autora muerta a comer, sin duda sería Sor Juana Inés de la Cruz”, dijo sin dudar un solo instante.
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