Frente a las violencias que vivimos en el país, la estrategia utilizada generalmente por las autoridades consiste en incrementar el número de patrullas o efectivos encargados de resguardar “la seguridad”. Sin embargo, los asesinatos, feminicidios o la desaparición de personas no cesan, ni la sociedad se siente mejor protegida. Pretender pacificar utilizando modalidades similares a las de los malhechores es como echarle gasolina al fuego. La paz solo es posible por medios pacíficos. Medios y fines deben ser coherentes entre sí.
Un medio acorde al propósito de pacificar, mantener o construir paz es la educación para la paz (EPP). Con esta, se busca poner en entredicho muchas ideas instaladas como verdades con las que se organiza la vida en común: ¿Lo que se opone a la paz es solo la guerra? ¿La violencia es una conducta inherente al ser humano? ¿Los operativos de seguridad contribuyen a regular los conflictos? ¿El conflicto y el poder son sinónimos de violencia? ¿El símbolo de la paloma nos aporta elementos para gestionar las paces o prevenir las violencias?
La EPP busca formar las habilidades necesarias para negociar nuestras divergencias, llegar a consensos sin imposiciones o mayoriteos, practicar la escucha activa y la expresión asertiva de emociones, entender los alcances y las limitaciones del derecho para resolver conflictos, comprender lo que implica confiar en los otros o convivir con “el sabelotodo”, considerar las funciones vitales que desempeña la agresividad humana, reconocer el aporte que han hecho las mujeres a la paz desde los feminismos, practicar las actitudes con las que es posible afrontar los conflictos, comprender los principios en los que se fundamenta la no violencia activa, la desobediencia civil o la objeción de conciencia, constituir en las personas un poder que contribuya a la autonomía, autoestima y autorrespeto.
Pero las instituciones educativas, formales o no, son encargadas de crear condiciones para el desarrollo de estas capacidades en todas las personas que confluyen en ellas. Al administrar adecuadamente los recursos, coordinar estudiantes y profesores sin demagogias ideológicas, resguardar el orden y la disciplina sin autoritarismos, propiciar procesos de enseñanza-aprendizaje que respondan al contexto… van poniendo los cimientos para una paz estructural y cultural.
Somos seres situados en el tiempo y el espacio. No cualquier proyecto de EPP sirve en todos los escenarios. Una colonia popular, comunidad campesina, universidad o colegio particular… demandan poner en marcha proyectos diferentes. Todo proyecto educativo debe facilitar procesos que conduzcan a la experiencia, intelección y juicio con relación al objeto que se estudia. El producto de la educación es el aprendizaje que logran las personas a partir de sus intereses y trayectorias en interacción con libros, apuntes y otras tantas mediaciones culturales (internet, música, poesía, danza, arte…). La paz nunca puede ser impuesta. Demanda experimentar en carne propia las capacidades humanas con las que los seres humanos afrontamos constructivamente nuestras diferencias. La paz se construye en la discusión, el diálogo, el intercambio de puntos de vista. Las estrategias de seguridad poco o nada contribuyen al fortalecimiento de estos procesos. Es urgente cambiar el modelo.
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