La nominación de Ronald D. Johnson como embajador EUA en México –ex green beret, ex embajador en El Salvador y ex agente de la CIA– anticipa una relación muy diferente a la que existió con los embajadores Ken Salazar y Christopher Landau. El presidente electo Donald Trump ha expresado que sus principales preocupaciones son la migración y el fentanilo, lo cual define en buena medida su relación con México.
En otros aspectos, la presidencia de Trump será muy distinta a la de su primer mandato (2017-2021). Es evidente que las diferencias estarán fundamentadas tanto en las lecciones aprendidas por él y su equipo durante su mandato como en los cambios actuales en el panorama político, social y económico de EUA.
Es previsible que su agenda sea más centrada y radicalizada. Trump pasará de ser un outsider político a enfocarse en temas como la inmigración, su famoso “muro”, la desregulación gubernamental y el recorte de impuestos. Aunque es evidente que muchas de esas políticas anteriores se vieron limitadas por el entorno institucional y los desencuentros con el Partido Republicano.
Trump ha manifestado su creencia en la supuesta existencia de lo que denomina el “Estado profundo” (deep state), una red de funcionarios gubernamentales, burocracias y actores de inteligencia que operarían de manera oculta para influir o sabotear sus decisiones políticas. Es probable que dedique esfuerzos significativos a combatir este supuesto fenómeno. Además, podría adoptar una postura más autoritaria para consolidar su poder y debilitar instituciones que considere adversas.
Durante su primer mandato, Trump mostró frustración con las limitaciones del sistema político estadounidense, marcadas por la separación de poderes y la burocracia. Emitió 220 órdenes ejecutivas, muchas de las cuales enfrentaron bloqueos en los tribunales o resistencia en el Congreso. El uso de estas órdenes refleja su intento de avanzar en su agenda política frente a la falta de apoyo legislativo o los obstáculos que percibía en el “Estado profundo”.
En cuanto a la política exterior, es casi seguro que será más confrontativa y agresiva. Durante su primer mandato, algunas de sus acciones fueron contenidas por su equipo de seguridad nacional. Ahora se espera un enfoque más directo, particularmente contra China, además de una probable reducción de la ayuda a Ucrania y un menor compromiso de EUA con organizaciones multilaterales como la OTAN.
Por otro lado, sus opositores políticos tendrán razones para preocuparse, ya que buscaría vengarse de supuestos responsables de las denuncias en su contra. Esto podría incluir investigaciones más directas contra demócratas y una reforma (o debilitamiento) de las instituciones legales.
Por último, durante su primer mandato, Trump exacerbó la polarización en Estados Unidos, aunque no enfrentó niveles extremos de movilización social hasta su último año (Black Lives Matter). Es probable que ahora la polarización sea aún más profunda. Podrían producirse protestas masivas de sectores progresistas, mientras que su base se sentiría reivindicada, se intensificaría el conflicto social.
El Trump 2.0 será más autoritario, estratégico y confrontativo, con un enfoque en consolidar su poder y ajustar el sistema a su favor.
X: @Ismaelortizbarb
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