El pasado 6 de diciembre se efectuó, con menos impacto mediático del que yo esperaba, el cambio del gobierno estatal. Pablo Lemus Navarro llega con la ventaja de la continuidad partidista, el apoyo empresarial y la experiencia de nueve años como presidente municipal en el área metropolitana, pero también con enormes desafíos que, si son enfrentados con un discurso empresarial tradicional, podrían conducir a mayores complicaciones.
La responsabilidad de conducir el interés público debería cuestionar el supuesto de que éste es tan sólo la multiplicación de intereses privados. En algún debate, el actual gobernador consideró que para ser político antes habría que ser empresario. El presidente de Brasil podría decir, con más razón en términos del conocimiento de su país, que para ser presidente primero habría que ser obrero. Cada quien puede hablar desde su propia historia, pero la historia de una sociedad es un océano infinitamente mayor que el pequeño charquito desde el que cada uno de nosotros percibimos el mundo de nuestro alrededor.
En materia económica, Jalisco depende enormemente de los dólares provenientes de las remesas de nuestros migrantes, de las exportaciones electrónicas, de las de autopartes y de los cultivos de exportación más el agave para la exportación de tequila. Basta con que Trump cumpla a medias sus amenazas para que nuestra situación se torne angustiosa. Si a ello le agregamos los riesgos ambientales, en parte derivados de las lógicas productivas de los sectores orientados a la exportación y a la captación de divisas, más la inseguridad y violencia, más la concentración de la riqueza y la burbuja inmobiliaria (con gigantescos negocios especulativos con el valor de la tierra y bienes inmuebles), más la concentración de los mercados en grandes corporativos, más los riesgos sanitarios, más la suicida lógica de salida del pacto fiscal, tenemos en conjunto una ensalada explosiva que requiere un tratamiento muy cuidadoso y no un discurso retórico superficial.
Los gobernantes siempre podrían culpabilizar de nuestros problemas a Trump, a la Ciudad de México, al destino… o al mosquito del dengue, pero eso no es defender a Jalisco ni ayuda a resolver nuestros problemas ni amenazas.
El nuevo gobierno local requiere de alianzas reales (no clientelares) con grupos sociales diversos y con la oposición política, lo que demanda capacidad de escucha real y no de simulación de escucha. Hacia afuera de Jalisco, el gobierno deberá tomar en serio el discurso de Trump como un dato, y no sólo como una forma de lavarse las manos sobre los problemas que genere.
A nivel nacional, tendrá que negociar auténticamente y no para la foto con el gobierno federal, bajándole tres rayitas al tigre de su discurso de reclamo por el aumento de recursos federales; en la relación con el Congreso estatal, necesitará considerar su pluralidad y no cooptar diputados para refrendar su discurso; en la relación con los municipios, en gran parte gobernados por partidos de oposición al del gobernador, requerirá escucharse a sí mismo en su discurso contra el centralismo federal, pues a su interior Jalisco está mucho más centralizado en el Área Metropolitana de Guadalajara que el país en la CDMX.
Los resultados electorales no le otorgaron un triunfo cómodo a Lemus. Ojalá que su gobierno esté a la altura de los retos externos, de los problemas estructurales internos y de la diversidad política local.
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