La conclusión de un año siempre trae consigo una serie de reflexiones respecto a los eventos que se experimentaron durante ese lapso y, algunas veces, los acontecimientos parecen más lejanos por la superposición de temas que se vivieron. De esta forma, dos procesos generales implicaron una atención muy focalizada en los retos que implicaron. Por una parte, la elección de este año, y desde luego, como si se tratase de un evento diferente, el inicio de sexenio.
En efecto, el proceso electoral de la primera mitad del año implicó una superlativa atención. Se trataba del lanzamiento de una continuación de proyecto del sexenio que terminaba, o bien, de una disrupción, que ni lejanamente se colocó en el horizonte de los intereses de los electores, con una oposición que en ningún momento logró consolidar una plataforma convincente. El aparato de gobierno se mostró eficiente y eficaz en la promoción, sin rubor alguno, de la candidata del oficialismo. Las contrapartes no lograron establecer esquemas de atracción ciudadana y se concentraron en generar golpes mediáticos que, a la larga, mostraron lo que se sabe del impacto de la política en los medios, llaman la atención, pero no se construye un voto sin trabajo partidista de consenso de por medio.
Después de la elección, la atención general se perfiló sobre la forma en la que se constituiría la maquinaria de la administración pública federal. Un primer grupo de funcionarios planteaba una serie de expectativas respecto a la forma en la que la presidenta, primera en la historia de nuestro país, perfilaba su forma particular de abordar el reto de la administración. Sin embargo, después del inicio, los siguientes nombramientos diluían en el horizonte esa suposición. La presidenta misma señaló “es una continuación” y los siguientes nombramientos lo confirmaron.
El inicio de la administración comenzó con la gestión de los mismos problemas, sin lograr resolver el fondo, pero con gran manejo mediático, eficiente en la colocación de la estructura de discurso, con algunas modificaciones, pero en el contexto inmerso en la misma narrativa del sexenio anterior.
Los primeros 100 días han sido propicios para que, al interior del oficialismo, se desarrollen liderazgos independientes y autónomos de la presidenta. Los presidentes de las bancadas de Senadores y Diputados, al margen de una línea de gobernabilidad, disputan furibundamente un duelo de poder. Por otra parte, a partir del 20 de enero de 2025 emergerá con fuerza la Secretaría de Economía, en los dos años de cabildeo del TMEC, sin claramente atender un eje central de decisiones. Cuenta, definitivamente, la presidenta con la Secretaría de Seguridad del gobierno federal como su línea efectiva de control en el complejo tema de seguridad.
La presencia del nuevo embajador norteamericano Ronald Johnson y la del nuevo presidente de ese país, Donald Trump, constituirán parte central de la atención que implicará el año próximo a nuestro país, economía internacional, migración, tráfico de fentanilo, tratados comerciales, al margen de la seguridad interior, crecimiento económico, salud y educación, entre otras, que requieren un equipo sólido que esperemos que se logre constituir, al margen de la construcción del nuevo Poder Judicial.
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