El pasado 20 de enero mientras daba su discurso el presidente de Estados Unidos, no dejaban de circular por mi mente imágenes de las Torres Gemelas y de los discursos de Hitler. Pero una perspectiva pacifista invita a reconocer aspectos positivos ahí donde se habla desde el odio y la descalificación a los demás. Recordé entonces un texto de Henry Thureau (1812-1862) escrito a propósito de la invasión a México de 1846 a 1848 y de la abolición de la esclavitud en EUA: Del deber de la desobediencia civil. Ahí, encontramos ideas que vale la pena reconsiderar en estos momentos. Dice Thureau:
- El propio temperamento del pueblo estadounidense es el que ha conquistado todos sus logros y hubiera conseguido muchos más si el gobierno no se hubiera interpuesto. Este gobierno norteamericano no tiene ni la vitalidad, ni la fuerza de un solo hombre, es una especie de fusil de madera. ¿Debemos contentarnos con obedecer leyes injustas o transgredirlas? ¿Para qué tiene entonces cada hombre su conciencia? ¿Cómo le corresponde actuar a un hombre ante este gobierno? No nos podemos asociar con él. No puedo reconocer ni por un instante que esa organización política sea mi gobierno.
- La conciencia individual es más importante que la obediencia al gobierno. Cada persona es responsable de decidir lo que es correcto e incorrecto y no delegar esa responsabilidad en el gobierno. Las personas tienen el deber moral de actuar conforme a sus principios éticos, incluso si esto significa desobedecer la ley. La ley nunca hizo a los hombres más justos. Los individuos tienen el deber moral de resistir leyes injustas. El individuo que actúa conforme a su conciencia puede generar cambios significativos.
- El ejército, los carceleros, la policía… no ejercitan con libertad ni la crítica, ni el sentido moral, sino que se igualan a la madera o a las piedras. No tienen más valor que caballos o perros. Muchos políticos, ministros o funcionarios sirven al estado con sus cabezas, pero casi nunca hacen distinciones morales. Cuando una sexta parte de la población de un país que se ha comprometido a ser refugio de la libertad está esclavizada o toda una nación es conquistada injustamente, creo que ha llegado el momento de sublevarse.
- Yo no me enfrento con enemigos lejanos, sino contra los de casa. Miles de personas están contra la guerra y la esclavitud, pero no hacen nada para acabar con ellas. Hay muy poca virtud en la acción de las masas frente a la abolición de la esclavitud. Solo puede acelerar la abolición de la esclavitud el voto de aquel que, con ese voto, afianza su libertad. ¿Puede estar satisfecho un hombre por el mero hecho de votar? No, debo asegurarme que no me presto a hacer el daño que condeno.
- El mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto. El gobierno es solo un medio para organizar la sociedad, pero no debe intervenir en los derechos individuales. Es igualmente susceptible de originar abusos y perjuicios. Los gobiernos evidencian cuán fácilmente se puede instrumentalizar a los hombres.
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