Además del Día del Amor y la Amistad, el 14 de febrero se conmemora y celebra el aniversario 483 de la fundación de la ciudad de Guadalajara.
La ciudad nos enseña a vivir en comunidad, y nos enseñó a ser tapatíos, con las costumbres, tradiciones, gastronomía y signos emblemáticos con las que Guadalajara es reconocida a nivel internacional.
No obstante, a la Guadalajara de hoy le faltan árboles, tiene escasez de agua y trae un déficit medioambiental que preocupa. De ser la ciudad con un gran lago y un gran bosque pasamos a ser una gran ciudad con un bosque pequeño y amenazado por el desarrollo inmobiliario imparable.
De ser una ciudad para caminarse se convirtió en una ciudad con grandes problemas de movilidad. El modelo de ciudad que privilegia el auto generó una gran problemática para transitar por la ciudad.
La inseguridad hizo que pasara de ser la ciudad más tranquila a la ciudad con la mayor desaparición de personas en el país. Sin embargo, se observa un despertar de la ciudadanía para avanzar en la necesaria reconstrucción del tejido social roto y de construcción de paz.
Por otro lado, la cultura tapatía ha sido forjada a lo largo de los siglos, y no puede ser reducida al tequila y al mariachi. Nos ha faltado creatividad para lanzar la propia cultura como propuesta globalizadora, pues hoy simplemente nos dejamos globalizar.
Empero, en Guadalajara lo nuevo no destruye por completo lo antiguo, sino que lo integra, y como dice el sacerdote e historiador Armando González Escoto, “el tapatío no le niega espacio a lo nuevo y así vemos la construcción de enormes estacionamientos junto a inestimables joyas virreinales. Queremos ser siempre antiguos y modernos, o las dos cosas a la vez”.
Guadalajara, en sus ya cercanos 500 años, es una ciudad viva y rozagante, que vibra, que se mueve continuamente, y es una ciudad que en el siglo 21 se extendió hasta cubrir las laderas de la Barranca y subirse a los cerros del bosque de La Primavera, una ciudad de sueños e ilusiones. Ciudad construida gracias al ingenio, al amor y al entusiasmo de su gente.
El historiador González Escoto expresa que “los tapatíos siguen siendo aquellos que se reflejan en el cristal que cubre a la Virgen de Zapopan”, y explica que ahí se ven los tapatíos que lo son de veras y aquellos que de veras lo quieren ser, pues esta imagen de la zapopana, además de su significación religiosa, se ha situado como el símbolo de estas tierras, y por lo mismo sigue siendo el vínculo más permanente de la identidad tapatía. Y argumenta que “con ella nació la ciudad y sobre ella ha escrito su historia”.
La fuente Minerva, ubicada en el ingreso poniente de la ciudad, en la base de la estatua, la inscripción nos dice: Justicia, sabiduría y fortaleza custodian a esta leal ciudad. Estas palabras son un recordatorio constante de los valores que los habitantes de la ciudad apreciamos y deseamos mantener.
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