El hombre más rico de México, Carlos Slim Helú, llamó “imbéciles” a los autores de Por qué fracasan los países, Daren Acemoglu y James A. Robinson, donde escribieron que su riqueza provenía de lo que denominan “capitalismo de cuates”. Este calificativo a los premios Nobel me recordó que, en el pasado, se utilizaban términos como “idiota”, “imbécil” o “estúpido” para clasificar niveles de retraso mental, aunque hoy en día se prefieren términos más apropiados.
La estupidez humana es un tema que ha sido ampliamente discutido a lo largo de la historia. Desde los griegos clásicos hasta autores contemporáneos han reflexionado sobre la cuestión. Mientras Platón critica la democracia por permitir que personas ignorantes tomen decisiones importantes, Aristóteles analizaba cómo la falta de virtud o conocimiento podía llevar a comportamientos erróneos; esto es, asocia a la “estupidez” con la falta de prudencia o la incapacidad de tomar decisiones acertadas.
Sin embargo, Erasmo de Rotterdam no condena la estupidez por completo. La presentaba como una parte inevitable y, en algunos casos, beneficiosa de la condición humana. No obstante, su obra es una crítica mordaz a la hipocresía, la corrupción y la arrogancia de quienes se consideran sabios o superiores. Además, advierte sobre los peligros de la estupidez cuando se combina con el poder, en especial con las instituciones corruptas.
Para Dietrich Bonhoeffer, teólogo, pastor y escritor alemán conocido por su oposición al régimen nazi y su participación en la resistencia (fue arrestado, pasó dos años en prisión y fue ejecutado en 1945), la estupidez no es simplemente una falta de inteligencia, sino una condición moral y social. De hecho, la describió como una forma de maldad, incluso más peligrosa que la propia maldad consciente, ya que las personas estúpidas actúan sin comprender las consecuencias de sus acciones y carecen de capacidad para reflexionar críticamente.
De manera similar, Carlo M. Cipolla escribió Las leyes fundamentales de la estupidez humana. De las cinco leyes que enunció, la quinta es la más contundente: “Una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe”. En política, esto se manifiesta cuando líderes (o votantes) toman decisiones que perjudican el bien común. Los políticos populistas explotan la ignorancia (o la ausencia de pensamiento crítico) para manipular al “pueblo”, con discursos simplistas o emocionales en lugar de soluciones racionales. Además, las personas suelen tomar decisiones políticas basadas en emociones, identidad grupal o información sesgada, lo que explica en parte la popularidad de los políticos.
Ahora bien, la política puede atraer personas que buscan poder sin tener la capacidad o el interés de gobernar adecuadamente. Esto refuerza la percepción de que muchas decisiones políticas se toman desde esta concepción de estupidez, lo que puede traducirse en corrupción e incompetencia.
En el caso de México, las obras emprendidas por la 4T han sido criticadas por su falta de efectividad (los ejemplos abundan). Las iniciativas del actual gobierno parecen seguir un patrón similar (en otra entrega, profundizaré en ejemplos concretos de estas políticas y sus fracasos).
X: @Ismaelortizbarb
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