Nosotros ya no ofrecemos el servicio de cremación de mascotas, me dijo entonces un veterinario con quien platiqué ese día. Por aquellos años había ido a intentar armar un tema sobre los animales callejeros y la tenencia responsable que en realidad al final no vio la luz, pero gracias a esta incursión pude conversar con diferentes personas dedicadas a la atención veterinaria.
Era 2010 o 2011. Un grupo criminal empezaba a hacer presencia en el estado con mucha fuerza. Su violencia no tenía precedentes. El veterinario con quien había estado platicando ya durante un tiempo tenía un lugar especial, en un terreno de su propiedad, donde estaba todo habilitado y con los permisos para poder hacer la cremación de mascotas, pero había decidido suspender este servicio a raíz del avasallamiento de este cártel.
Resulta que a un colega que tenía unas circunstancias parecidas comenzaron a pedirle “permiso”" para poder usar sus instalaciones y cremar lo que ellos quisieran. Claro que ese permiso no era una amable solicitud, sino una exigencia. Entonces, aquel veterinario con el que conversé fue bastante ilustrativo: solo ofrecemos cremar a las mascotas de aquellas personas que han sido nuestros clientes por años, a quienes conocemos y les tenemos plena confianza, y siempre les pedimos que no le digan a nadie que nosotros damos este servicio.
Tiempo después, otro veterinario con el que alguna vez traté a uno de mis gatos me habló de las condiciones en las que les llevaban algunos animales, con personas pidiéndole que los trajeran prácticamente de vuelta a la vida. Cuando les preguntaban a los dueños por los síntomas, el animalito en cuestión ya tenía días enfermo, y no era raro que primero optaran por darles “remedios caseros” que, al no funcionar, hacían que de todas formas terminaran en la plancha del consultorio, con cuadros de salud complicados. Las redes sociales hacían mella en la reputación de las clínicas veterinarias. “Ahí me mataron a mi perro”, decía un comentario que me mostró este médico, pero ahondó precisamente en que el perrito ya había llegado muy delicado a consulta, con un par de días sin comer, con diarrea y muy deshidratado.
Una veterinaria cerca de donde vivía hace unos siete años debió cerrar su clínica por unas semanas luego de que unos clientes la amenazaran. Ella temía por su hijo, un niño que siempre estaba en el negocio luego de salir de la primaria. El perrito en cuestión falleció y los dueños primero empezaron a mandarle mensajes de texto, después le llamaban a todas horas y al final avanzaron a pasar a molestarla a la clínica, donde solía estar su hijo. Tras cerrar unas semanas para que las cosas se calmaran, debió darles dinero por aquel animalito fallecido. Prácticamente la extorsionaron y amenazaron. No quiso actuar legalmente, en este país de los nunca pasa nada.
Hace dos semanas el veterinario Héctor Hernández fue asesinado en Tultepec, presuntamente a causa de que no pudo salvarle la vida a una perrita que recibió en consulta.
A veces creemos que ciertos gremios están exentos de la violencia, que sentir inseguridad por su profesión no es en realidad algo que les pase por la mente, pero cuando rascamos más allá de la superficie podemos darnos cuenta de que esta falta de tranquilidad nos ha alcanzado a todos en cierto momento de nuestras vidas.
De alguna forma.
X: @perlavelasco
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