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(Foto: Especial)
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El director general de la Industria Nacional de Autopartes, Gabriel Padilla Amaya, explicó que estamos ante una disrupción y un desmantelamiento de los principios de libre comercio.
Uno de los principales problemas es que las partes y componentes de un auto cruzan hasta siete veces las fronteras antes de finalizar el proceso de armado.
Parece que en Estados Unidos no se da cuenta de que tiene un déficit de mano de obra incluso dentro de sus mismas fronteras y, aunque las industrias se trasladaran a su territorio, no tendrían el personal para operarlas: les faltan obreros, técnicos, especialistas e ingenieros, lo que hace que esos puestos los ocupen inmigrantes.
Padilla Amaya, señaló que "es una medida irracional que no tiene sentido, parecería que está destinada sólo hacia tres empresas; no se tiene precisión si esta medida alcanza a toda la industria automotriz, incluidas las autopartes. Es insostenible este juego de un día sí, un mes más. Estamos hablando de que lo que se está poniendo en riesgo es una disrupción de las cadenas de suministro que ha costado tantos años construir, sobre todo en el sector automotriz, que presenta en la región de Norteamérica 7.1 millones de empleos directos de la industria automotriz, además de que representa una violación directa de los principios de libre comercio. El problema es que no basta demostrar que los problemas de déficit no se tienen sólo por México, sino que hay que demostrar que las repercusiones económicas serían muy graves de mantener una política arancelaria de mediano y largo plazo”.
Asimismo, el empresario anunció una reunión con la presidenta de México y una visita a Washington para dialogar con sus contrapartes, porque no está en juego un solo sector estratégico, sino que se debilitaría económicamente a toda la región.
La industria necesitaría cerca de tres años en reestructurarse para hacer frente a las medidas arancelarias o para relocalizarse en otro mercado, incluyendo el de los Estados Unidos.
El sector perdería cerca de 30 mil millones de dólares, y el problema es que este costo lo pagarían los consumidores finales, es decir, un coche pasaría a costar cerca de cinco mil dólares más.
GR
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