¿De veras los ciudadanos están hartos de pleitos entre los candidatos? ¿Realmente los ciudadanos están en contra de la guerra sucia entre aspirantes? ¿En efecto los ciudadanos quieren, reclaman y exigen propuestas y no descalificaciones entre los candidatos?
¿Quién tiene documentado este presunto clamor ciudadano como para que los candidatos hagan a un lado las críticas, las descalificaciones, la guerra de contrastes y hasta el que ventilen asuntos personales –que no privados– en los debates, en sus actos de campaña o en las entrevistas que ofrecen a los medios de comunicación?
¿Quién ha medido, cómo, cuándo y en dónde se ha realizado está medición de que la ciudadanía busca y se avoraza por conocer las propuestas, compromisos y planteamientos de los candidatos para solucionar los problemas de su comunidad, de su colonia o de su calle?
¿Quién puede decir que se venden o se leen más periódicos cuando los titulares son sobre las propuestas y compromisos de un candidato que cuando se destaca una crítica, una denuncia o una revelación contra y sobre tal o cuál candidato?
Mil a uno a que se consumen más diarios cuando se destaca esta última información que le permite al ciudadano tener nuevos y más elementos para forjarse un criterio y definir el sentido de su voto, en tanto no es militante de un partido político y sí, en cambio, forma parte del sector de indecisos.
¿O ustedes creen que las últimas revelaciones que se han hecho particularmente en torno a los candidatos del PRI y del partido Movimiento Ciudadano a la presidencia municipal de Guadalajara no han sido un manjar informativo para un importante sector de la población, más allá de los seguidores de unos y otros que se regodean con lo difundido?
¡Por supuesto que sí!
No son pocos los que consideran que una campaña electoral debe de ser aderezada con este tipo de información, de revelaciones, que al igual que las propuestas, promesas y compromisos adquiridos por los candidatos, le ayudan al electorado a definir el sentido de su voto.
El caso de papá Leonel, los antecedentes penales de un candidato a diputado federal, de su jefe de brigadas y del jefe de escoltas del candidato a la alcaldía tapatía, por supuesto que es información que debe conocer la ciudadanía, y eso no tiene nada de escandaloso.
Toda esa información no la rechaza el electorado; por el contrario, la agradece. Y ya será ese electorado el que le dé el valor que considere deben tener dichas revelaciones, que en muchos casos no son menores, como es el de los antecedentes penales de aspirantes o colaboradores.
Por eso es que suena más a excusa eso de que “la gente no quiere guerra sucia’”, me han dicho expertos en campañas políticas. Y subrayan que para eso son las campañas, que eso también es parte del contenido de una campaña política que puede ser exitosa o no, pues también dependerá de las pruebas que sostengan o fundamenten dichas revelaciones, acusaciones o denuncias.
Claro que en mayor proporción una campaña debe contener los qués y los cómos de los problemas que enfrenta una comunidad y su solución para fortalecer al candidato ante el electorado. Pero una campaña también contempla una estrategia para debilitar al adversario. Una estrategia que influya en el ciudadano al grado de que puede definir o modificar el sentido de su voto, y no lanzar golpes mediáticos sin ton ni son.
Así las cosas; que no nos asusten ni escandalicen temas, asuntos y casos como los arriba mencionados. Son parte de una contienda política, de la lucha por el poder. Y no es la primera vez ni será la última que esto suceda.
Pero en este marco, será el ciudadano quien tenga la última palabra. Y de nada valdrá quejarse del golpe del contrincante.
ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.
[email protected]
PHM /I
|