El Trocadero, mercado de la nostalgia

2015-05-10 21:46:00

RECUERDOS. Compradores y curiosos, el perfil del cliente que llega al Trocadero es uno que trae dinero en la bolsa para llevarse un trozo de historia (Foto: Grisel Pajarito)

Las antigüedades, objetos del pasado, se resisten al olvido. Por eso cuentan sus historias cada domingo a quienes se conmueven con la nostalgia. Los abuelos y padres reencuentran su infancia comprando en el Trocadero, lugar idílico donde todo juguete, toda artesanía, todo objeto del pasado fue mejor.

Este tianguis de antigüedades registra la memoria en utensilios venerados por coleccionistas y compradores de curiosidades, arqueólogos de la vida moderna que alimentan las ventas de cada domingo en la avenida México, entre Chapultepec y Américas.

Museo de la calle donde pocos guardan silencio, el Trocadero tiene dos décadas de preservar la memoria en forma de máquinas de escribir de hace 50 años o espuelas que arriaron caballos dos siglos atrás.

Los vendedores de este tianguis desempolvan sus reliquias y trasladan la nostalgia a sus puntos de venta. Para Rafael Gutiérrez, comerciante de artículos militares de la Segunda Guerra Mundial, “es bueno que Guadalajara, siendo la segunda ciudad más importante del país, tenga un lugar como éste, donde la gente, aparte de hacer sus compras, se divierte; y más los niños que vienen con ellos para que sus padres les enseñen historia”.

El Trocadero es el lugar donde la historia se valora por sus precios de venta, donde sus vendedores protegen las antigüedades que fueron novedades ayer. ¿Cómo hacer del pasado un negocio redituable en un presente cargado de novedades?

“Como mucho de esto es un mercado de recuerdos, la gente compra sus recuerdos. ‘Me acuerdo cuando tenía esto de chiquito, me acuerdo que mi abuelito esto o el otro’. Hay muchos que lo compran por eso”, explicó Ariel Alonso, quien vende baúles, máquinas de escribir, radios baquelita y tocadiscos de los cuarenta.

Los vaivenes de las ventas

Hay algunos comerciantes insatisfechos porque el pasado no les reditúa del todo bien a sus bolsillos. Rafael Gutiérrez expuso que “las ventas están realmente malas. La gente ya agarra este mercado como una tradición de paseo, no como un tianguis, un centro de distracción para que vean y compren, vean lo que es historia, piezas conservadas que han vivido tanto tiempo estando en buen estado”.

Sin embargo, la mayoría de los mercaderes se siente satisfecha por sus ventas. Acostumbrados a los vaivenes del consumo, esperan el momento para entregar la pieza histórica adecuada a la persona idónea.

“Las ventas han estado regulares. Hay personas que compran cierto tipo de artículos pero no deja de venderse; es muy bonito, sí se ve que la gente aprecia y valora los objetos", reconoció Ricardo Arreguín, quien tiene 5 años en el tianguis vendiendo artículos de adorno para el hogar, algunos con 80 años de vida.

Por su parte, Eduardo Montaño, mercader y artista con 15 años de antigüedad en el Trocadero, detalló que la venta “es variable. No se vende muchísimo, pero se vende, es decir, hace costeable la vuelta”.

Además de antigüedades, Montaño vende cruces artesanales con elementos decorativos de cerámica, vidrio, fibras naturales y otros materiales. El comerciante también ha atestiguado en el tianguis la visita de diversos políticos, ricos y ávidos coleccionistas, algunos de ellos pagando hasta 200 mil pesos por un pedazo de historia.

En general, el comercio en un mercado de antigüedades es más impredecible que en otros tipos de tianguis. Hermes Díaz, vendedor y pintor, aseguró que “por lo general hay buenas ventas, sobre todo cuando es quincena, en Navidad o el 14 de febrero”.

Raúl Vargas Regalado, con 19 años de experiencia en la venta de antigüedades, consideró que “no se sabe lo que vas a vender: bien puedes vender algo muy caro o muy barato, depende si el objeto es de interés o no”.

Alonso compartió su opinión al respecto: “tienes unas cosas que tú crees que vas a vender, y al ratito, pasa que lo que menos pensabas que se iba a vender, se vende”.

Buenos compradores

El Trocadero es un tipo de mercado al que acude una gran variedad de público, desde coleccionistas de juguetes, lectores de páginas amarillentas, compradores de pinturas, decoradores con gusto por los muebles viejos y las lámparas de mediados de siglo; o admiradores de objetos que coincidieron con eventos históricos de importancia, como la Revolución Mexicana. Revistas de hace 30 años y zapatos que soportaron el desgaste del uso también se exhiben en varios puestos de este tianguis de anticuarios.

Por ejemplo, en el puesto de Díaz, en el que sobresalen sus pinturas de autor y las figuras de barro con sello de Tonalá, llegan a adquirir los productos “mucho coleccionista: americano, europeo, de vez en cuando vienen. Mexicanos sí compran, de hecho, son buenos compradores y no regatean tanto, no como en otros tianguis”.

Ricardo Arreguín explicó que acuden a su negocio “señoras, niños y gente que colecciona ciertos artículos como destapadores, botellas, herrajes de granjas o artículos de madera antiguos”.

“La clientela, si la enfocáramos como estrato social, sería clase media, con recursos, no modesta. La gente viene con lo menos 500 pesos para gastar. Si vas a otros tianguis, la gente no trae ese dinero, y aquí se venden bicicletas caras, fierros raros, objetos de más de 5 mil pesos”, puntualizó Montaño.

Gonzalo Franco, vendedor de piezas de cobre y madera, además de pinturas al óleo, explicó que “eventualmente viene algo de turismo pero en general; el tipo de cliente clase media-alta es el que se interesa en visitarnos”.

Así pues, el Trocadero alimenta cada domingo el comercio de los recuerdos, el acaparamiento de los coleccionistas, la sensibilidad histórica de quienes decoran museos particulares y la felicidad de quienes aprehenden la nostalgia comprando un objeto de su niñez.

Sin ser un lugar donde se mueva mucho dinero, los vendedores y clientes acudirán domingo a domingo a la avenida México para evitar que la historia se les escape de las manos. Como dice el comerciante Raúl Vargas, “no es tanto el valor de las cosas sino el aprecio que la gente les tiene” lo que mantiene con vida a este mercado de antigüedades.

Clientes y curiosos

La impresión general de un cliente del Trocadero es de un curioso por el pasado, que busca un objeto específico para alimentar su espíritu coleccionista, o pasea entre diferentes mercancías hasta comprar algo que le guste.

Lizeth Cuéllar visitó por primera vez el tianguis y compró una cajita con la imagen de Misha, la mascota de los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 que despidió a los deportistas que la visitaron con una lágrima.

“Me gustó mucho (el mercado), pienso regresar: es que hay cosas que difícilmente encuentras en otro lado”.

En contraparte, Elisa Ramírez es asidua al Trocadero. “Es un lugar donde encuentro de todo, desde cosas antiguas a actuales, es al gusto. A veces no vienes con una idea de comprar ciertas cosas pero ya vas viendo y escogiendo, ves cosas muy bonitas que a lo mejor no tenías pensando comprar pero las adquieres por su buen precio”.

Mateo Hernández compró un removedor de cenizas y una caja de madera. Viene a “comprar fierro viejo, alguna cosita pequeña de madera, es lo que más me atrae”. Para él, el tianguis “es muy divertido, te relajas viendo tantas cosas”.

Entre otros objetos adquiridos, Hernández tiene como su compra más preciada una engrapadora vieja elaborada en Chicago.



La frase:

“Como mucho de esto es un mercado de recuerdos, la gente compra sus recuerdos”

Ariel Alonso, comerciante

“A veces no vienes con una idea de comprar ciertas cosas, pero ya vas viendo y escogiendo”

Elisa Ramírez, cliente

 

 

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