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MEDIDA. El ayuntamiento tapat�o retira el servicio tur�stico hasta que se asegure el bienestar de los equinos. (Foto: M�nika Neufeld)
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El viernes un caballo fatigado se resbaló y desplomó sobre avenida Chapultepec. Esto suscitó una serie de medidas por parte del ayuntamiento, las cuales se tradujeron a que el sábado ya no circularan las calandrias.
La alcaldía exigió que los dueños de éstas demuestren que los equinos serán trasladados en carros especiales hasta el Centro, además de asegurar que el animal que tira el carruaje esté con salud óptima. Hasta que ocurra eso las calandrias en Guadalajara no circularán.
Guadalajara es de las pocas ciudades a nivel mundial que conserva esta clase de paseos.
“Trabajan a marchas forzadas los caballos, muchas veces terminan de manejar al caballo con el guayín, vienen a recoger escombro, le quitan el guayín, descansan al caballo, le pegan la calandria y se vienen al Centro, porque no tienen recursos”, comentó Alejandro Avilés Rentería, quién pertenece a la quinta generación de una familia de constructores de carruajes.
Avilés Rentería tiene una cercanía bastante estrecha con el oficio del conductor de calandrias. Ahora, él y sus hermanos se dedican a fabricar estos vehículos. Tal conocimiento le permite saber cuáles son los problemas que enfrenta el oficio de calandriero.
“Si estamos hablando de peso, el de una calandria normal es de 700 kilogramos; si hablas de una calandria nueva, éstas pesan alrededor de 250 a 300 kilos. Quieren cargar de seis a ocho personas por carruaje; los carruajes los hacemos para cuatro personas como máximo, así el caballo pueda jalar el carruaje. Si los caballos están bien alimentados pueden jalar un carruaje hasta ocho horas seguidas sin parar; de hecho las calandrias estaban hechas para viajes largos. Los carruajes estaban fabricados para los caballos, no para la gente”, aseguró Avilés Rentería.
Y también refiere que los caballos sí resultan maltratados durante sus trayectos; sin embargo, no todo es culpa del conductor, “el problema que hay con las calandrias del Centro es que son caballos viejos. Antes los carruajes los traían de Tlaquepaque, de la Pila Seca, de esos lugares; pero ahora ya los tienen que llevar hasta Tonalá, muchos viven casi hasta la entrada de Zapotlanejo, tienen que traer el caballo desde allá, cuando lo que deberían de hacer es tener un área designada para los caballos”.
En ese aspecto, comentó Avilés Rentería, la culpa no es toda de los conductores, ya que el ayuntamiento no tiene un área designada para tener a los animales: “Antes había un reglamento de tránsito que decía que cada calandria debía tener dos caballos, para usar uno en la mañana y otro en la tarde, además de tener un área de descanso para que los mismos calandrieros lleguen y dejen descansando al caballo, y usen al segundo por lo que resta del día. Pero había formas de mover a los caballos, el mismo gobierno ayudaba para que los movieran de un lado a otro; los apoyaban”.
Avilés Rentería comenta que entre constructores de carruajes se habla de que hay una iniciativa de purgar el Centro de la ciudad de calandrias y comprar carruajes nuevos por parte del gobierno. El proyecto consistiría en implementar un sistema de boletos, para que los viajeros paguen la cuota establecida en los centros de atención turística. Según el plan, el almacenamiento de los vehículos sería en el mismo Centro de Guadalajara.
Alejandro aclaró que ésta propuesta no es algo nuevo, ya que en 2011 Claudia Delgadillo González, quien fue la secretaria de Desarrollo Social durante el trienio de Aristóteles Sandoval en Guadalajara, se les acercó por medio de un asistente con una propuesta muy similar. Según el constructor, el plan era que se fabricaran carros más nuevos y eficientes, para después financiárselas a los conductores de calandria de aquel tiempo.
En ese momento el gobierno municipal pretendía utilizar parte de los predios que rodean al Parque Morelos para crear las caballerizas municipales.
Avilés Rentería consideró que si se crearan condiciones para que los conductores de estas carrosas pudieran mejorar sus prácticas: caballerizas céntricas, apoyo en el transporte de los animales, centros que cuenten con tomas de agua y drenaje especial donde los caballos puedan comer y protegerse en casos de lluvia, no habría necesidad de exigir más los trabajadores y las 55 familias que subsisten de los paseos de calandrias.
HJ/I
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