¿Están las condiciones económicas, políticas y sociales del país actualmente como para que se abra un debate sobre el presunto –porque ya surgieron argumentos a favor nada despreciables– plagio de Enrique Peña Nieto en su tesis para obtener la licenciatura en derecho en la Universidad Panamericana hace… ¡25 años!?
Por supuesto que nada hay que reclamarle o recriminarle al equipo de investigaciones especiales de Carmen Aristegui, como tampoco a la periodista misma, pues cada quien está en libertad de investigar lo que quiera y máxime si lo hace bien.
Como también están en libertad de criticarla o aplaudirle todos los que lo han hecho en los diversos medios de comunicación y principalmente en las redes sociales y chats, donde se generaron verdaderos debates. Es más, tampoco podemos criticarle la intención que algunos dicen la motivó a realizar este trabajo y hacerlo público: su animadversión o pleito personal con el presidente de la República.
Hasta en eso cada quien tiene la libertad para pelearse con quien quiera, por las razones que fueran y de la manera que le plazca.
Sin embargo, cuando el país está sumido en actos de corrupción e inseguridad, cuando la situación económica ahoga a quienes menos ganan o ni un empleo tienen, por el alza en los precios de algunos productos, ¿debemos de poner atención o atender la revelación de que en su tesis Peña Nieto incluyó textos de otros autores a quienes supuestamente no dio el crédito correspondiente y hacer del tema un debate nacional?
Y es que se creó un escenario previo que apuntaba a que la noticia prometida iba a ser una verdadera bomba igual o peor que el de la Casa Blanca. Así la vendió Aristegui previamente, pero para muchos finalmente resultó un tirititito (Perro Bermúdez dixit).
La expectativa generada provocó que al conocer la bomba no pocos se sintieran seriamente decepcionados, pero para otros fue de tal trascendencia por tratarse nada menos que del presidente de la República, que se unieron a la condena y hoy hasta le exigen a la Universidad Panamericana que anule o le retire –ignoro cuál sea el paso o el término correcto– el título en derecho a Peña Nieto.
Pero hubo otros más que consideraron que la noticia no fue de la magnitud con la que fue anunciada e inmediatamente recurrieron al ingenio mexicano de pitorrearse, hacer mofa y crear cuantos chistes se les ocurrieron como este: “A EPN no le germinó el frijolito en el kínder: Aristegui Noticias”. Y como éste, muchísimos más.
Más allá de los chistes creados alrededor de este tema, hubo quienes tomaron en serio la intencionalidad de Aristegui al hacer público un asunto que, según comentaron algunos, no era inédito, y la acusaron de manipular o falsear la información revelada, como es el caso de que se utilizó una portada de la tesis que no es la definitiva, pues la mostrada tiene una leyenda en sello que dice “Tesis con falla de origen” y la original no muestra dicha leyenda y sí el sello de la biblioteca donde se encuentran copias de la misma, como lo reveló Sergio Zaragoza (@SergioZaragoza) en su colaboración publicada en el portal www.sdpnoticias.com y que tituló “En defensa de la tesis. El fondo es lo que importa, no la forma”.
Ahí Zaragoza demuestra, además, que Peña Nieto sí da crédito a los autores que Aristegui asegura que plagió, como Miguel de la Madrid, Enrique Krauze, Diego Valadez y Jorge Carpizo, y muestra los créditos a pie de página y en la bibliografía.
Pero lo anterior sólo es un ejemplo de lo que generó la información –no es noticia cuando ya se había revelado; aseguran que fue cuando Peña andaba en campaña– divulgada ayer por Aristegui.
Reitero: ¿no hay otros problemas de mayor trascendencia –y de los cuales Peña es responsable de resolver– que sean motivo de debate?
ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.
|