Utopía, escrita por el inglés Tomás Moro en 1516, es una de las obras más conocidas que heredamos del Renacimiento. Describe una ciudad con modelos de convivencia, educación y familia ideales que representan formas atípicas en las relaciones sociales, económicas y políticas de la comunidad inglesa y del modo de ser europeo del siglo 16.
Su autor, gran político de la época, se desempeñó en el servicio parlamentario; fue juez, pero su cargo más importante se lo impone el Rey Enrique VIII, nombrándolo canciller en 1532. Su carrera política se encontraba en la cúspide: prestigioso hombre de familia y político prominente, respetado más allá de las fronteras del reino.
Parecería que la distancia de su existencia no tiene mucho que ver con la realidad del siglo 21 en México, menos aún en Jalisco. Pero su vida profesional pone de relieve la coherencia de pensamiento y conducta de alguien que, aun conociendo y disfrutando las ventajas del ejercicio de la función pública y el cargo político, practicó lo que en el campo de la ética se conoce como las virtudes morales o cardinales. Empecemos por nombrarlas: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
El hombre y mujer de acción política encuentran en estas coordenadas prescriptivas de su conducta, la clave para el sano juicio de sus decisiones. La sabiduría al hacer elecciones correctas para la sociedad (no sólo las convenientes a los intereses de la clase política) es resultado de la prudencia. Actuar para dar a cada quien lo que le corresponde según el derecho y hacer vigentes sus garantías junto con el ejercicio de sus responsabilidades ciudadanas, es la justicia. Toda lucha por sostenerse con entereza en la adversidad exige firmeza y consistencia en la búsqueda de la verdad y el ejercicio del bien; es decir, la fortaleza. Finalmente, la templanza, hoy entendida como el estado de temperancia, implica que el individuo se encuentra en sobriedad, no sólo de alcohol o drogas, sino de cualquier exceso que le impida visualizar y trabajar con esmero en el servicio público.
La tensión entre moral y política no es una barrera insalvable. La posibilidad del ejercicio de estas virtudes en el servicio del estado no es una paradoja, al contrario, tenemos ejemplos de que se puede ser político y también ser moralmente virtuoso, lo cual no solamente es deseable, sino posible. En Tomás Moro encontramos el modelo a seguir en el camino de la virtud política.
* Coordinador de la Maestría en Transparencia y Protección de Datos Personales de UDGVirtual
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