Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos pueden cambiar el mundo. De hecho, son los únicos que lo han logrado
Margaret Mead
En estas fechas se ha dado una discusión entre quienes proponen anular el voto y quienes se oponen a la anulación. Las caras visibles de la campaña a favor de la anulación argumentan que anular el voto puede servir para hacer un llamado de atención a los partidos políticos, pues se pondría en cuestión su legitimidad, dado que no han sido capaces de proponer soluciones serias y viables a los grandes problemas que padece nuestra sociedad y que de hecho nuestro sistema de partidos es uno de los grandes problemas que enfrentamos.
Estoy de acuerdo con el hecho de que los partidos no han estado a la altura de nuestras circunstancias y de que han tomado malas decisiones, pero la discusión sobre la anulación del voto me parece que está fuera de lugar en esta ocasión. Hace seis años fue una discusión muy pertinente, y de hecho yo mismo promoví la anulación de los votos y anulé casi todos los míos, pero lo hice porque detrás de esas propuestas había una organización ciudadana que estaba impulsando demandas concretas más allá de la sola anulación del voto. De hecho esa organización creció tanto que los representantes de todos los partidos políticos hicieron públicamente un llamado a votar por cualquier partido, y a pedir que los ciudadanos electores no anularan su voto, de ese tamaño fue su miedo ante la organización ciudadana.
Finalmente, fruto de esa movilización hubo un crecimiento claro del voto nulo y un cuestionamiento tan fuerte a los partidos que tuvieron que llevar a cabo una reforma electoral, que permitió entre otras cosas que se pudieran postular candidatos independientes.
Es claro que la reforma fue insuficiente, que nuestros legisladores nos quedaron a deber, pero hubo cambios, y creo que por esa razón hay quienes quieren revivir la amenaza del voto nulo, pero el contexto de 2015 es muy diferente. Para empezar no hay una organización fuerte detrás del anulismo o al menos no lo parece, porque a diferencia de hace seis años los partidos políticos no han acusado recibo de la amenaza de los votos nulos. Y además, en estos seis años nos hemos dado cuenta de que los votos no son mágicos, anular o votar no es suficiente para provocar los cambios; nos hemos dado cuenta de que los cambios los producen las organizaciones ciudadanas que tienen objetivos y metas claras; y además nos hemos dado cuenta de que quienes ocupan los cargos de elección pueden ser aliados o enemigos de las organizaciones ciudadanas y que por lo tanto no es indiferente por quién o en contra de quién votar.
En resumen la clave del cambio está en la capacidad que tengamos para organizarnos en torno a proyectos definidos, porque la “magia electoral” no existe.
Pero no perdamos de vista que lo más importante viene después de las elecciones del 7 de junio: ¿continuaremos con la organización, impulsando otros cambios, o volveremos a esperar que por arte de magia todo se resuelva sin que nosotros tengamos que invertir tiempo, dinero y/o esfuerzo?
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