La educación emocional es una respuesta ante las necesidades personales, familiares, académicas y sociales que evidentemente no se encuentran atendidas de manera eficaz y oportuna, ya que en la actualidad entre los principales problemas de salud mental se encuentra la depresión, estimándose que será la primera causa de discapacidad en 2030, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), seguida de la ansiedad, pues constituyen los principales motivos de consulta en el área de salud mental del Hospital Civil de Guadalajara (HCG), además de otros aspectos a destacar como el incremento de suicidios, consumo de drogas, inseguridad, violencia, entre otros.
Por lo general, los padres se muestran preocupados por el desempeño de sus hijos en relación a lograr excelencia académica, sobresalir en algún deporte, conseguir éxito profesional, entre otras, pero prestan poca atención a la educación emocional, a pesar de que desde edades tempranas no logran regular emociones y mucho menos controlarlas, dándole cabida a los berrinches, aislamiento, a golpear para disminuir tensión y demás acciones que se refuerzan conforme el desarrollo de cada persona estableciendo patrones de identificación, regulación y expresión de emociones poco favorables para las relaciones interpersonales y su bienestar.
Aunque cabe aclarar que la educación emocional no es solamente para niñas y niños, sino que es oportuno que se fortalezca a lo largo de la vida y que los integrantes de las familias se capaciten constantemente para formar vínculos amorosos y saludables garantizando bienestar personal, familiar y social, pues el propósito de la educación emocional se encuentra sumamente relacionado con el desarrollo de competencias emocionales con la finalidad de fortalecer el desarrollo integral de las personas.
Entonces, si se comprende que la educación emocional es importante durante cualquier etapa de la vida, se puede entender que incluso es una estrategia de prevención, pues de acuerdo con diversos estudios se ha comprobado que un adecuado entrenamiento emocional favorece la permanencia de indicadores de salud mental tales como autocontrol, empatía, autonomía, autorregulación, comunicación asertiva, autoestima saludable y bienestar psicológico, facilitando adquirir un mejor conocimiento de las emociones propias y de otras personas, encontrarle un sentido a la vida, así como aumentar la creatividad, la empatía, la motivación, el humor adaptativo y por lo tanto favorecer la capacidad de ser resiliente para superar las adversidades.
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