Uno de los terrenos más competidos, quizás como nunca durante la próxima campaña en Jalisco, será donde se disputen los espacios por el Senado de la República: dos de mayoría relativa y uno como primera minoría, amén de los que logren colarse por la vía plurinominal.
Actualmente, el PRI tiene los dos primeros escaños con Arturo Zamora Jiménez y Jesús Casillas Romero, mientras el PAN obtuvo la segunda posición con José María Martínez Martínez.
Para disputar esos cargos en julio próximo se apuntaron: Hugo Contreras y Rocío Corona Nakamura, por el PRI; Clemente Castañeda y Verónica Delgadillo, por la coalición De Frente por México que integran PAN, PRD y PMC; Antonia Cárdenas Mariscal y Antonio Pérez Garibay, por Morena; y Pedro Kumamoto Aguilar y Juanita Delgado como aspirantes sin partido.
Al revisar nombres y apellidos de quienes conforman hoy este cartel no queda sino añorar aquellos tiempos donde los partidos políticos apostaban por enviar al Senado a sus mejores cuadros, con experiencia, con capacidad, con una historia política que los avalaba y le daban respetabilidad a la Cámara Alta.
A partir de que se distorsionó la representatividad del Senado, considerándolo ahora como espacio de representación de los partidos políticos –vía senadores plurinominales y de primera minoría- y no del Pacto Federal donde quienes llegaban a él lo hacían a nombre de las entidades, el perfil de los senadores se abarató mucho.
Sí, hay quienes despectivamente, aún entre los propios políticos, consideraban o consideran al Senado –establecido en Roma por su primer rey, Rómulo- como lugar de refugio de los políticos viejos, ignorando por supuesto que ese es su origen: del latín senatus, que proviene de senex, cuyo significado es senil o viejo. Por muchos años se consideró al Senado como lugar de sabiduría, de experiencia política, pero lamentablemente eso ya es parte de la historia.
En aras de la “representatividad partidista”, los propios partidos se encargaron de modificar la naturaleza del Senado de la República y nos ofrecen hoy un menú de candidatos que pocos merecimientos políticos tienen para llegar a ocupar un escaño. Ninguno de los arriba mencionados los tiene, dígase lo que se diga.
Con estos nombres, los partidos políticos de Jalisco hacen su aportación para abaratar la Cámara Alta. Los aspirantes más experimentados son los dos priístas -Contreras y Corona- que no tienen mayor influencia y representatividad que los distritos por los que han sido diputados varias veces, mientras que nos ofertan otros dos que nunca han ganado ni un solo voto: Pérez Garibay, de Morena, y Delgado, de los independientes.
Hay otros dos candidatos cuya experiencia política-legislativa no pasa de un sexenio: Castañeda y Delgadillo, ambos del partido alfarista naranja; una aspirante cuyo primer cargo público se lo debe a una tómbola y su experiencia es apenas de tres años en San Lázaro, Cárdenas Mariscal, de Morena; y un joven enjundioso, hijo de la mercadotecnia y de la propaganda mediática, como es el zapopano Kumamoto Aguilar.
Lo peor de este caso es que hay quienes toman la popularidad como factor para ganar la elección y apuestan a que Pedro Kumamoto ganará la elección y será senador, y que el lugar de la primera minoría se lo disputarán los candidatos de partidos políticos que cuentan con mayor o menor estructura en todo el estado, como son los del PRI y de la coalición De Frente por México.
Patético el pronóstico. A este grado hemos llegado y no hay nada que evite ya que Jalisco sea representado en el Senado por políticos novatos cobijados por un excelente manejo de las redes sociales, una mercadotecnia exitosa y sin mayor propuesta que saber criticar y denostar al adversario. Qué política tan pobre.
ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.
JJ/I
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