En mi entrega del pasado lunes 22 de este mes, titulada “Miguel Ángel, el candidato del PAN”, referí lo siguiente:
“Si nadie más se atraviesa en el camino y el Comité Ejecutivo Nacional no le da ‘el tiro de gracia’, todo parece indicar que el dirigente estatal del PAN, Miguel Ángel Espinoza Martínez, será el candidato a la gubernatura…”.
“Ahora Miguel Ángel Martínez está en la antesala de convertirse en el candidato del PAN a la gubernatura, con el serio reto de reposicionar al partido que hoy dirige en un mejor lugar que el que actualmente tiene…”. Más adelante agregué:
“De ser el abanderado a la gubernatura –que casi es un hecho– Miguel Ángel Martínez tendrá la oportunidad de demostrarles a sus correligionarios, a los simpatizantes panistas y a la ciudadanía en general, aún a aquéllos que apoyan a otros partidos y otros candidatos, que su oposición a una alianza con el alfarismo (…) no era mero discurso y pose ante los medios de comunicación…”.
Con este objetivo y ya en el camino, Martínez Espinoza dio ayer el primer paso: solicitó licencia de su cargo al Consejo Estatal de su partido que la aprobó por unanimidad. El segundo paso, si no se arrepiente de última hora, Miguel Ángel lo dará la próxima semana cuando se registre como precandidato, para luego estar –como los demás aspirantes– a la espera de que tras recibir los nombres de los contendientes registrados la Comisión Permanente del Consejo Nacional designe quién será su abanderado a la gubernatura.
Me cuesta trabajo creer que el dirigente estatal del PAN se haya separado de su cargo y lanzado a buscar la candidatura si no cuenta ya con la garantía de que la obtendrá. El riesgo que implica no lograrla sería mucho y el costo a pagar altísimo, pues lanzarse al vacío significa acabar desastrosamente su carrera política, quedar con el sello de sepulturero y traidor del PAN y hundir aún más a su partido antes de una contienda electoral.
Pero si va es porque ya le dijeron “es tuya”. O al mejor estilo del Gran Hermano le adelantaron que él es el nominado y con esa garantía ha pavimentado ya el camino.
Alguna vez Martínez Espinoza me dijo que quien fuera el abanderado del PAN a la gubernatura en el complicado escenario que enfrenta hoy tendría que ir a la contienda “no resignado a ser candidato, sino decidido a ser candidato”. Si él lo es, entonces tendrá que asumir su propio dicho.
De ser el elegido, Martínez Espinoza tendrá que demostrar con hechos durante la campaña que está “decidido a ser candidato” y no “resignado”, pues con lo primero tiene posibilidades de “levantar” y colocar en una mejor posición a su partido, pero con lo segundo garantizaría entonces que el PAN se hunda más cuando muchos creíamos que ya había tocado fondo.
Reitero: con hechos, durante la campaña, Miguel Ángel Martínez –o quien sea el candidato panista– estará obligado a demostrar que no es comparsa del alfarismo, que su tarea no es cuidar los sagrados intereses creados por la conformación de una coalición que podría llevar a su candidato Ricardo Anaya a la Presidencia, sino que sin desatender esto último tiene la obligación de demostrar la honradez política y compromiso moral para realizar un papel digno como adversario.
En los hechos estará obligado a despejar cualquier sospecha de que jugará el papel de patiño a cambio de beneficios personales o familiares o de prebendas para el grupo político.
Pero ahí están en la jugada otros dos contendientes: César Madrigal Díaz, quien ya se registró e inició precampaña, y Elías Íñiguez, quien a caballo anunció en su natal Yahualica su aspiración pero que no la ha concretado con su registro. Los tres tienen pros y contras, pero un solo compromiso: no jugar el triste y lamentable papel de ser el payaso del rodeo electoral.
ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.
JJ/I
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