La semana pasada trascendió que algunos partidos políticos postularán a personalidades públicas del espectáculo y los deportes para ocupar cargos de elección popular. La decisión fue muy mal recibida por un amplio sector de la opinión pública, que la calificaron como una táctica electorera de los partidos para ganar votos de forma fácil.
Este juicio podrá ser correcto en algunos de los casos, pero también es demasiado determinista. Esta forma de pensar deja por fuera cualquier otra posibilidad detrás de la decisión de los famosos de incursionar en la política. Me parece que hace falta una reflexión más profunda sobre este tipo de candidaturas y sus implicaciones para nuestra democracia.
Sin pronunciarme a favor ni en contra de tales candidaturas, me propongo jugar el papel del abogado del diablo para invitar a hacer una discusión más matizada. Mi estrategia será visibilizar y cuestionar tres de los supuestos en los que se basan las críticas a las postulaciones, que no se dicen explícitamente, pero que están ahí, latentes, sin ser discutidos de fondo.
Supuesto 1. Dado que carecen de experiencia política, entonces serán malos gobernantes.
Este supuesto deja por fuera la posibilidad de que personas de otras profesiones, en diferentes momentos de sus carreras, intenten incursionar en el ámbito de la política. Recordemos que ha habido médicos o abogadas que incursionan en la política por primera vez, sin experiencia previa, y que hacen un excelente papel. Además, ¿qué no se supone que la política es de todos y para todos? ¿Será que, por el simple hecho de haber escogido una profesión en el pasado, esas personas ya no forman parte del demos y deben renunciar a la política?
Supuesto 2. Dado que los partidos políticos los pusieron en la boleta, entonces serán marionetas de los partidos.
Este supuesto da por sentado que las figuras públicas no son capaces de incursionar en la política por su propia voluntad. También asume que carecen de una visión propia sobre los cambios que deberíamos hacer en la sociedad y que son incapaces de comunicarse con sus votantes para representarlos. Además, se asume que las personas no podrán desarrollar una conciencia política con el paso del tiempo. ¿No será que la experiencia de incursionar en la política les servirá para encontrar y desarrollar su propia agenda de trabajo?
Supuesto 3. Dado que ya son famosos, entonces ganarán las elecciones con facilidad.
Este supuesto me parece el más peligroso porque menosprecia la inteligencia del electorado. Se asume que los votantes son incapaces de analizar las plataformas políticas de los candidatos y tomar una decisión informada. Si aspiramos a ser una democracia madura, entonces tenemos que confiar más en los votantes. Si el electorado les otorga el triunfo a estas figuras públicas, y resultan ser malos gobernantes, entonces es el electorado mismo el que tiene que aprender de sus errores.
Nos quejamos demasiado de los políticos profesionales y nos decimos hartos de la clase gobernante. Pero parece que tampoco estamos dispuestos a que personas sin experiencia incursionen en la política. No condenemos tan rápido estas candidaturas porque el problema no es tan sencillo. Hago un llamado a abrirnos al debate y a considerar con más apertura sus diferentes aristas.
Coordinador del Laboratorio de Innovación Democrática (LID)
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