En las elecciones de 2015 la simulación –en ocasiones rayando en la traición o el boicot– al interior del PRI fue uno de los factores que determinaron la derrota no sólo de Ricardo Villanueva Lomelí en Guadalajara, sino de muchos otros candidatos a presidentes municipales y legisladores, sin menospreciar la fuerza y la presencia de sus rivales que finalmente obtuvieron la victoria.
Tres años después y en medio de una guerra intestina que llevó al relevo de la dirigencia estatal a mitad del río, en el PRI no aprenden la lección y van en camino de replicar el mismo escenario de aquella ocasión en detrimento de la labor de aquellos militantes de base que aún creen en su partido y que están decididos a trabajar para sus candidatos.
Si bien hace tres años algunos candidatos aportaron su cuota personal para que la militancia les diera la espalda el día de la jornada electoral, no observo que ése sea el caso de Miguel Castro Reynoso, aun cuando algunas de sus decisiones no han sido las mejores o las más atinadas para el momento que le tocó ser el candidato a gobernador. Pero para eso debe de rodearse de asesores que le hablen la realidad que enfrenta y no que se la maquillen o, incluso, que lo secuestren y levanten en torno a él un muro que le impida escuchar voces sensatas que aconsejen lo que debe hacerse en una de las contiendas más peleadas por la gubernatura en los últimos años.
No tengo la certeza de que lo que sucedió el viernes en Zapopan no se repita en otros municipios, pero de ser así, los priístas no pueden esperar un repunte de su candidato en las preferencias ciudadanas y sí, en cambio, advertirán que ése es el camino seguro para una derrota electoral. La campaña por la gubernatura va comenzando y Miguel Castro está a tiempo de rectificar la estrategia y obligar a su equipo y a los responsables de organizarle los eventos en municipios y distritos a desterrar la fatal simulación.
El viernes se convocó a un foro público donde Castro Reynoso presentó su propuesta de combate a la impunidad, tema por demás trascendente que merecía otro escenario, un público más plural y otro horario cuando el proponente es nada menos el aspirante a gobernar Jalisco y cuando el tema es uno de los de mayor debate y condena en estas elecciones a nivel nacional y local. Ojo candidatos.
Pero la realidad de lo sucedido el viernes fue la siguiente:
Se convocó a las 10:30 en la plaza de Los Caudillos, lugar y hora en la que, conforme transcurría el tiempo, los rayos del sol caían como plomo. Los toldos para contrarrestarlos brillaron por su ausencia.
Pobrísima convocatoria ciudadana. Se tuvieron que retirar sillas que no fueron ocupadas y prácticamente en la mayoría se sentaron integrantes de las brigadas de los candidatos –a gobernador, senadores, alcalde y diputados–. Otras quedaron vacías.
Priorizar a políticos-candidatos y sentarlos en primera fila, dejándole a la ciudadanía –simpatizantes y no– los lugares secundarios.
Designar oradores “a modo”: el hijo de un ex síndico zapopano o la empleada de un diputado en el Congreso del Estado.
Los temas abordados por los oradores ajenos a la temática que los convocó: solicitud de un Centro de Salud en Valle de los Molinos o el reclamo de la militancia de base por no ser atendidos o tomados en cuenta como debe ser.
Si éste es el patrón de los eventos que le organizan a Miguel Castro, es momento entonces de que dé un golpe de timón y haga los ajustes necesarios y obligados en su equipo responsable de la organización o coordinación de sus eventos públicos. Dicen que el horno no está para bollos, y Castro Reynoso debe considerar que actos como el sucedido en Zapopan son más negativos que esconder el logotipo del partido en la propaganda de su campaña. Al tiempo.
ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.
JJ/I
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