Si de alguna manera podemos confirmar que el poder desgasta, basta observar las escenas de Enrique Alfaro Ramírez en los recintos universitarios. Ya no es la sensación del momento, ya no es aquel rockstar de la campaña para las elecciones de 2015 cuando los estudiantes se arremolinaban en torno a su persona en busca de una selfie. El fenómeno Alfaro se ha apagado.
Si bien mantiene la atención y el interés del estudiantado, ya no se observan aquellos auditorios atiborrados por querer escuchar a quien generó grandes expectativas políticas durante casi tres años a partir de que perdió la elección de 2012 por la gubernatura frente al hoy mandatario Jorge Aristóteles Sandoval Díaz. Hoy, para los estudiantes, Alfaro es un político más.
Aquel ciudadano fresco que se movía con soltura en el escenario, que no obstante su rostro duro esbozaba constantemente algunas sonrisas que lograban hacer clic con su joven auditorio, ahora contrasta con el presidente municipal con licencia al que parece que, por momentos, ni el sol lo calienta, quién sabe por qué razones. Hoy el discurso de Alfaro ya no alborota al estudiantado.
No obstante ser el candidato que se mantiene como puntero en las encuestas –¿será por eso?–, Enrique Alfaro ya no emociona a los jóvenes universitarios y mucho menos sus presentaciones y discursos ante este auditorio han dado nota de portada en los diarios o para los espacios principales en los medios electrónicos. Ahora la nota es que no hay nota en los encuentros de Alfaro con los estudiantes.
Hasta el momento Alfaro ha sostenido tres reuniones con universitarios: en el Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA) de la Universidad de Guadalajara; en el Tecnológico de Monterrey campus Guadalajara y ayer en la Universidad del Valle de Atemajac (Univa). En ninguna de ellas prendió como lo hizo previo a los comicios de 2015 en cada recinto universitario que se paraba. Quizás gobernar Guadalajara fundió su encanto.
El tema de la cuestionable “refundación” se ha convertido en una camisa de fuerza para el candidato naranja, pues parece que es lo que menos le importa a los estudiantes, como se demostró ayer en la Univa, donde los jóvenes comenzaron a abandonar el recinto cuando Alfaro aún hacia uso de la palabra después de su discurso de aproximadamente media hora. Es un tema que duerme y espanta a jóvenes que quizás esperaban otro tono y contenido discursivo de su invitado.
Ante los estudiantes del CUCEA, Alfaro habló de la tarifa del transporte público y dijo lo que su auditorio quería escuchar: que no aprobaría un incremento si no mejora el servicio. En el Tec de Monterrey dijo lo que cualquier político en sus cinco sentidos declararía: que no pactaría con los narcos. Y en la Univa explicó la polémica “refundación”, pero le salió el tiro por la culata, pues una estudiante le cuestionó sobre cómo pretendía llevarla a cabo cuando su partido está atestado de ex priiÍstas, lo que obligó al candidato a reconocer que tenía compañeros cuestionados y que eso lo obligaba a estar alerta de que su proyecto no se fuera a pique por culpa de esos neoalfaristas.
Además, recibió la recriminación de una catedrática por las torpes declaraciones, meses atrás, de su diputado Augusto Valencia López que dijo que en la Univa eran corruptos.
¿Qué pudo haber transformado al fenómeno Alfaro de 2015 en el político Alfaro de 2018, sino su ordinario gobierno municipal, salpicado de reproches por el cuestionado programa de arte urbano y su constante enfrentamiento con diversos sectores de la población?
Aún hay universidades por visitar, pero no hay duda de que el rockstar de la política se transformó hoy en un político más para el estudiantado. ¿Logrará resurgir? Al tiempo.
ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.
JJ/I
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