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De la 'semilla oculta' al coronavirus 

Maravillados por los avances de la ciencia y la tecnología nos parecía poco menos que imposible ser protagonistas de una situación como la que hoy estamos sufriendo. ¿Quién se imaginaba que algún día estaríamos como los tapatíos del siglo 16? Igual de temerosos e impotentes frente a una epidemia ante la cual poco podemos hacer. Aunque las explicaciones de ayer y hoy son diferentes, los remedios de hace siglos son muy parecidos a los que tenemos hoy: higiene y reclusión. 

En la antigua Guadalajara las epidemias eran llamadas calamidades, pestes o pestilencias. A la peste bubónica se le llamaba landre y otra, conocida como cocoliztle, generaba especialmente en la población indígena “daño terrible en el hígado, y gran flujo, por la mayor parte de sangre por las narices”, cuentan las crónicas de la época recuperadas por el doctor Arturo Chávez Hayhoe. 

En su libro Guadalajara en el siglo XVI, el historiador recupera la manera en que se explicaban los contagios “… de dos maneras se suele corromper e infeccionar el aire, conviene a saber: a veces por algún extraordinario concurso de planetas y causas superiores, y a veces procede por las causas inferiores. Las causas inferiores ordinariamente suelen ser la corrupción del agua represada, el hedor de animales y sabandijas muertas, los vapores de ciénegas, muladares y lugares hediondos; todo lo cual es dañosísimo a la salud, porque así como el aire mezclado con olores aromáticos y salutíferos recrean los espíritus y conforta el cerebro, así estando infeccionado le ofende y debilita”. 

Si bien las “causas superiores” han sido descartadas, las inferiores tienen sentido. 

Otro historiador, Thomas Calvo, nos refiere que entre 1584 y 1588 Guadalajara tuvo “el honor de albergar (…) a uno de los mejores doctores de México, Juan de Cárdenas”, quien dirigió el Hospital de San Miguel, uno de los dos que tenía entonces Guadalajara. 

Chávez Hayohe da cuenta de documentos en que este médico señalaba que la causa de las epidemias era una “semilla oculta”. Lo decía así: “Estos males o enfermedades que obran por virtud oculta, por la mayor parte comienza por el aire, quiero decir, que aquella semilla o mal ignorado y oculto veneno con que obran y dañan nuestra salud, se derrame y se disparce por el aire, y del aire por cuanto de ordinario vivimos en él, y le respiramos, se nos comunica a nosotros, y por eso cuando el tal veneno anda disparcido por el aire, apenas hay hombre que se escape de incurrir en el mal que de tal veneno procede (…) por ejemplo, los catarros que corrieron casi por toda Europa el año de mil quinientos ochenta. En el cual año estando el cielo y el aire, a lo que parecía por de fuera con la misma serenidad y pureza de siempre, la mala cualidad que él había, que ni se veía ni se tocaba, fue causa de tantas muertes y de tan gran estrago de mucha gente”. 

De acuerdo con la investigación de Chávez Hayohe, el doctor Cárdenas escribía una realidad del siglo 16 que parece repetirse en el siglo 21 para la pandemia: “Las causas de sus enfermedades y mortandades muchos las tratan y nadie las alcanza”. Sabemos que la “semilla oculta” de hoy es un virus que se ha bautizado como Covid-19. Hoy hay menos posibilidades de morir, los avances médicos salvan la vida de muchos que de otra forma fallecerían, pero son insuficientes y no evitan el deceso de miles. Como entonces, hoy no hay vacuna ni tratamiento. Hoy estamos igual de temerosos e impotentes que nuestros antepasados de hace cinco siglos. 

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