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Ignoremos al bully

Todos sabemos lo que pasa en el patio del colegio cuando reina un bully, el clásico grandulón que se alimenta de la atención de los demás, que triunfa en la división entre los que están con él y los que están contra él, y cuyo poder se alimenta de las reacciones a sus provocaciones, ya sean de miedo o de confrontación.

Con el tiempo, si nada frena al bully y sus secuaces, el ambiente en una escuela termina por contaminarse y empieza a predominar la violencia sobre la convivencia pacífica.

El lunes en la portada del New York Times sale publicado un artículo que hace referencia a las agresiones que están sufriendo en México enfermeras y personal médico, porque hay gente que les lanza cloro, les niega el acceso al transporte público o las insulta en la calle.

Mientras en otros países al personal sanitario se les trata como héroes y se les organizan rondas de aplausos porque están arriesgando sus vidas por tratar a los que se enferman, en este país se les maltrata.

México nunca ha sido así. En todos los desastres nos hemos caracterizado por ser solidarios unos con otros, y sin duda en esta pandemia hay muchos que lo están siendo, pero llevamos muchos meses de tener un mal ambiente en nuestro patio del colegio, con un bully y sus secuaces enfrentando a una parte de la población con otra y las consecuencias se empiezan a notar en esta crisis.

México no es como el bully quiere que lo veamos, en el que hay una clase baja contra una clase media y alta, en el que hay un pueblo pobre contra unos empresarios ricos, en donde hay que exhibir y humillar a los que no se alinean, en donde sólo se escucha una voz y el que critica es un adversario.

México es un país con retos, como los tienen todos, que sólo se van a resolver buscando construir entre todos. Esto es más cierto que nunca en esta crisis en la que sólo sumando podemos resistir la doble embestida sanitaria y económica del coronavirus.

Dicho esto, hay que dejar los buenos deseos y enfrentar la realidad: tenemos un bully nos guste o no, y entre más respondamos a sus provocaciones con miedo o enojo, más poder le damos para seguir imponiendo su autoritarismo.

En el patio de un colegio, ¿cuál es la mejor manera de detener a un bully? Ignorarlo y seguir caminando. Quitarle el poder de hacernos daño no reaccionando a sus provocaciones y siguiendo adelante con nuestra vida.

Eso es lo que hizo el Consejo Mexicano de Negocios con el acuerdo alcanzado con el Banco Interamericano de Desarrollo para aportar liquidez a las decenas de miles de pyme que forman parte de las cadenas de valor de las grandes empresas mexicanas. Después de semanas de enfrentar al bully, decidieron ignorarlo y trabajar una solución por su cuenta.

En esta línea escribió una atinada columna el lunes Salvador Camarena en El Financiero, invitando a los líderes de la sociedad civil a dejar de escribir desplegados contra el gobierno y empezar a reinventar salidas sin el gobierno.

En una de las mesas de trabajo que está organizando estos días el Consejo Coordinador Empresarial, también declaró algo similar Luis Ernesto Derbez, ex secretario de Estado y rector de la Universidad de las Américas de Puebla: hagámonos a la idea de que el presidente no va a ayudar a las empresas y que los empresarios deben buscar su propio camino.

Esta es una estrategia que nos viene bien seguir a todos. Dejemos de hablar mal del presidente, dejemos de tratar de cambiar su opinión. Empecemos a ignorarlo y trabajar juntos como sociedad en salir adelante de esta crisis. En vez de hacer eco en nuestras redes a las críticas, hagamos eco de lo que estamos haciendo entre todos para mantener empleos, apoyar a empresas que tienen que cerrar en aislamiento, contratarnos servicios unos a otros en la medida de lo posible y, sobre todo, ser solidarios con los trabajadores de salud y otras actividades esenciales de los que literalmente depende nuestra vida en este momento.

Twitter: @ortegarance

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