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Sugerencias

Cuídate, por favor. No camines sola si ya es tarde, pero tampoco muy temprano, menos si no hay luz en la calle. Si puedes, da la vuelta a ese lote baldío, a esa avenida de un solo sentido, a esa cuadra eterna en donde nada más hay negocios y rara vez camina gente por las aceras. Comparte tu ubicación de forma continua. No te distraigas, no uses audífonos a mucho volumen, no vayas absorta en el celular. 

Te pido que no te arregles si vas a salir sola. No uses ese labial rosita que te regaló tu abuela, tampoco esa falda que apenas está justo encima de la rodilla que te compraste para pasar más leve la temporada de calor; menos tus botines con tacón, por si acaso tuvieras que salir corriendo. No uses el cabello suelto, no olvides tus lentes jamás. Debes traer efectivo siempre, por si necesitas ayuda. Tu celular, con batería. Si no queda más remedio, corre, grita, patalea, llama la atención lo más que puedas. Déjate caer al piso, huye. 

¿Por qué tenemos que hacerles esas recomendaciones a nuestras hijas, sobrinas, hermanas menores? ¿Por qué tenemos que pedirles que no se maquillen o no se peinen para que así pasen desapercibidas en el mar de gente y corran, por lo menos en nuestro imaginario, menos peligro de ser acorraladas por un tipo o un grupo de sujetos, con quién sabe qué intenciones? 

¿Por qué tenemos que decirles que dejen de ser ellas, joviales, divertidas, hermosas, inteligentes y llamativas, sin importar si tienen 12, 15 o 17 años? ¿Por qué debemos sugerirles que dejen los shorts para salir sólo con nosotros, los adultos que podemos cuidarlas? ¿Por qué las regañamos, como si fuera su culpa, porque un fulano las manosea en la parada del camión cuando ellas sólo están esperando para poder regresar a casa, después de la escuela? 

Mira, una pulsera de emergencia que podríamos comprarle; con una combinación de toques manda una alerta inmediata de la ubicación en tiempo real de su teléfono. Están dando clases de defensa personal sólo para mujeres en este lugar, tal vez podríamos inscribirla, aunque deba dejar por un tiempo sus clases de ballet, que tanto ama, porque son en los mismos horarios. O a lo mejor podemos acomodar nuestros horarios para que nunca esté sola y que siempre podamos ir por ella a la escuela, con sus amigas, al cine o a la fiesta a la que la invitaron sus compañeros de la prepa, porque en este país más vale estar segura que aprender a ser libre. Mejor estar encerrada a explorar un mundo que es violento con ella. 

*** 

Plena tarde de un día cualquiera, hace dos semanas. De casa al negocio de sus abuelos son cerca de 10 minutos a pie. Va a hacer unos mandados. Es una zona que conoce bien, que ha recorrido decenas de veces. Va sola, pero atenta. Pasa una camioneta en el sentido contrario al que camina y, por alguna razón, le llama la atención. Alerta. Sigue el recorrido. Por donde va, sólo comercios, uno tras otros. Los ubica bien. Sus abuelos conocen a los locatarios y empleados. 

De pronto, la camioneta ya está a su lado, pegada a ella, detenida. Varios tipos, no recuerda cuántos, hacen por bajarse. Reacciona. Se echa a correr. Se mete a un local; la reconocen y auxilian. Desde dentro ve pasar la misma camioneta con los mismos sujetos, pero ellos no la ven. Ya menos alterada, camina al negocio de los abuelos, a 2 o 3 minutos del local donde se escondió. Los abuelos la tranquilizan, la protegen. Su abuela la lleva a casa, segura. 

Fue rápida, pensamos. Tuvo suerte, reaccionó a tiempo, fue lista… La libró. 

Y yo sólo siento que no merece ese miedo. Ninguna lo merece. La conozco desde que tenía 4 años. Es la hermana de mi hija. 

Es una adolescente. 

16 años. 

Twitter: @perlavelasco

jl/I