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Obscuro objeto del deseo

Durante el tiempo que lleva la pandemia del Covid-19 (y que parece eternizarse) han aflorado conductas, acciones, pensamientos y sentimientos que en tiempos de paz (asumiendo que estamos en guerra contra un organismo liliputiense, pero mortal) no se hubieran imaginado. De la misma forma han brotado personajes que, en tiempos precoronavirus, dormitaban el sueño de los justos en el anonimato arcano de alguna burocrática dependencia federal. Así surgió el ahora rockstar Hugo López-Gatell, quien a diario nos informa de los contagiados y muertos por esta calamidad detestable (le cayó como “anillo al dedo”). 

En esta convulsión sanitaria una simple prenda ha causado controversia: “¿Con o sin cubrebocas?”. Y en el centro del vendaval están dos personajes (un político y un médico) que a diario ocupan espacios en los medios de comunicación y que insistentemente evitan usar el controvertido dispositivo buconasal. El argumento esgrimido es que “la evidencia científica no es concluyente para sustentar la utilización poblacional del cubrebocas”. 

Para combatir el virus infame se han recomendado otras medidas: lavado continuo de las manos, sana distancia y aislamiento. Las últimas dos han sido contradictorias entre ambos personajes: uno dice que salgan, el otro que estamos en medio del pico de contagiados; uno recomienda sana distancia, el otro recomienda abrazarse. En lo único que coinciden es en ni usar ni recomendar el uso de cubreboca. 

¿Y qué dice la comunidad científica del uso de esta prenda sanitaria? Si revisamos algunos papers relacionados con el tema vemos que, no obstante que también hay debate, la mayoría lo recomiendan. Por ejemplo, Mario Molina y otros, en un artículo publicado el 30 de junio concluyen: “Nuestro análisis revela que la diferencia con y sin cobertura facial obligatoria representa el factor decisivo para determinar las tendencias de la pandemia. Esta medida protectora reduce significativamente el número de infecciones” (www.pnas.org). 

Días después, un grupo de científicos respondió que, si bien el uso de cubreboca es una medida efectiva para prevenir y frenar la propagación del virus, las afirmaciones presentadas en este estudio son “peligrosamente engañosas y carecen de fundamento en la evidencia”. Esto es, criticó la falta de rigurosidad del estudio, no la eficiencia del cubreboca. 

Lo mismo sucedió con un estudio publicado por Trisha Greenhalgh (https://doi.org/10.1111/jep.13415), quien también fue duramente criticada por recomendar el uso de cubrebocas. Greenhalgh argumenta que el uso del dispositivo evita que las personas contagiadas y asintomáticas contagien a otras personas al evitar dispersar el virus a través de gotas de saliva al estornudar, toser o hablar. Entonces, si el portador y el potencial receptor usan cubrebocas, la posibilidad de contagio se reduce. Otro estudio publicado por investigadores chinos (http://gh.bmj.com/) concluyó que el uso de mascarillas por personas contagiadas redujo en 79 por ciento de efectividad que sus familiares se contagiaran del virus. 

El miércoles pasado el número de contagios en nuestro país rebasó los 400 mil casos y las defunciones sumaron más de 45 mil. Aunque varios de los funcionarios de primer nivel de la Presidencia de la República han dado positivo al Covid-19, ambos López insisten en no usar cubrebocas en público, a pesar de las evidencias científicas publicadas en los textos mencionados (y en otros más consultados). Así, el “prófugo del cubreboca” (Adela Micha dixit) anunció que el grito y el desfile de Independencia van. 

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