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La salud, el gran igualador social de nuestros tiempos

Para Raúl Vargas Ramírez, con mucho cariño y admiración 

 

El acceso a la salud es un gran igualador social en estos meses de crisis sanitaria y económica. De ahí que el pésimo manejo de la pandemia, el desmantelamiento del Seguro Popular para sustituirlo por la entelequia del Insabi que nada resuelve, la desatención de los infantes con cáncer, la pésima campaña contra las adicciones, la creciente precarización de las condiciones de trabajo en las unidades hospitalarias públicas y la reiterada negligencia para resolver los casos de violencia en contra de personal de salud por todo el país son, todos, actos criminales. 

Del quehacer médico existen muchas definiciones. Para unos se trata de la más humana de las artes, para otros, es la más artística de las ciencias y, para otros más, es la más científica de las humanidades. Lo cierto es que la profesión médica exige a sus discípulos cultivar un productivo encuentro entre ciencia, artes y humanidades. Raymond Chandler afirmaba: “Existen dos clases de verdad que abrigan o enardecen el corazón; la primera es la ciencia y la otra es el arte. Ninguna es independiente de la otra o más importante que la otra. La verdad del arte previene que la ciencia se convierta en algo inhumano y la verdad de la ciencia evita que el arte sea ridículo”. 

Antón Chéjov, médico y escritor ruso, decía que: “… la literatura es mi esposa legítima y la medicina mi amante. Cuando me canso de una, paso la noche con la otra…”. 

Sir Arthur Conan Doyle, oftalmólogo y escritor escocés, apuntó en su autobiografía que ideó a Sherlock Holmes (el detective más famoso de la historia) inspirado por la figura de su profesor, el doctor Joseph Bell, quien era capaz de realizar brillantes diagnósticos en clase (es decir, obtener conclusiones lógicas) basado en los síntomas y signos de sus pacientes. Conan Doyle trasladó la meticulosidad con que deben elaborarse las historias clínicas a la literatura como principio para desenmarañar misterios a primera vista irresolubles. 

Jorge Drexler, otorrinolaringólogo y músico uruguayo (ganador de un Oscar por mejor canción original con el filme Diarios de motocicleta, 2005), dice: “Un buen médico debe saber escuchar, como un cantante. La medicina y la música son profesiones de escuchar…”. Escuchar en un sentido profundo de entender, empatizar. 

Tres artistas, tres médicos que son, cada uno a su manera, muestra palpable de la yuxtaposición entre ciencia, arte y humanidades donde florece la medicina. 

A todos los médicos (incluidos aquellos en ciernes) les pido que no pierdan de vista esta trinidad que alimenta nuestra vocación. Especialmente en tiempos como los corrientes en que nuestra profesión la pasa mal. En tiempos de crisis siempre resulta refrescante y revelador volver a las bases, revisitar lo esencial y cuestionarse sobre todo aquello que se da por sentado. Ahí pueden encontrarse pistas y respuestas para seguir adelante. 

Como gremio enfrentamos una situación particularmente adversa: sobrerregulación profesional, sobrexigencia personal, abierto menosprecio y ridiculización (instigados desde la Presidencia de la República) de la importante labor social que cumplimos y cancelación de años de esfuerzo por federalizar la entrega de recursos y la toma de las decisiones en materia de salud pública (para retornar a un voraz centralismo clientelar que ya ha mostrado su atrofia y mendacidad). 

Médicos y especialistas enfrentan, con escasos recursos, la actual pandemia desde las unidades hospitalarias del Sistema Nacional de Salud. A pesar de los riesgos y la sobrecarga de trabajo, los médicos mexicanos han sacado la casta, no se han arredrado y como nadie le han plantado cara a la peor crisis de los tiempos modernos. Colegas, maestros, alumnos y amigos han enfermado en el cumplimiento de su deber como médicos y no pocos de ellos han perdido la vida. Pero ni el riesgo de muerte detiene su trabajo entusiasta, responsable y solidario. No es exagerado señalar que las decenas de miles de profesionales de la salud que se mantienen en servicio continuo son el soporte vital del país en estos momentos. 

Por ello, resulta indignante que el ignorante supino de Andrés Manuel afirme que los médicos anteponen el interés económico a la salud de las personas. Es de una bajeza inaudita que cualquier representante popular haga semejante acusación general, pero reviste una vileza aún mayor que lo haga un personaje cuyo mayor logro ha sido acabar a duras penas la escuela. 

Por todas estas razones, por el Día Nacional del Médico, muchas y muy sentidas felicitaciones a todos y cada uno de los médicos mexicanos que honran su juramento, atienden su vocación y renuevan su compromiso. 

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jl/I