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De cómo el periodismo flota en mar embravecido

En el periódico en que laborábamos, en 1997 nos enviaron a Isaac Guzmán y a mí a cubrir periodísticamente un ataque a militares en Ciudad Altamirano, Guerrero. Las primeras informaciones daban cuenta de un enfrentamiento de gran magnitud. Salimos a mediodía de Guadalajara y a las dos de la mañana estábamos en la Tierra Caliente guerrerense. Lo que sucedió no tenía la magnitud esperada. Recorrimos la zona, obtuvimos la información y redactamos la pieza periodística. Por la tarde, vía una caseta telefónica, por primera vez envié una nota por Internet. El reporteo, el trabajo en la calle, daba vuelcos impresionantes. Y no ha parado. 

Esa experiencia la recordaba cuando hace un par de semanas, invitado por la Universidad de Guadalajara, participé con respetados colegas (Yolanda Zamora, José Luis Jiménez Castro y Gabriel Orihuela) en el webinario Periodismo y sus transformaciones, en el marco del Premio Jalisco de Periodismo 2020. De manera breve compartí una decena de profundos cambios en el quehacer periodístico en las décadas recientes. El periodismo atraviesa una permanente y acelerada dinámica, diría apabullante, al menos para los de mi generación. Casi todo se vuelve rápidamente pieza de museo. 

En pocos minutos hice referencia a cómo la forma en que se ofrecen las noticias, el corazón del periodismo, se modificó; ahora, gracias a la web y las numerosas tecnologías, los textos van con videos, imágenes, gráficos, audios, con vínculos que asoman a otras caras de la información. De cómo el proceso de producción de las noticias se modificó desde la misma planeación de la agenda informativa; del cambio notable en las salas de redacción tradicionales a las digitales y a las mixtas, a las que ahora poco van los reporteros, que transmiten desde donde se encuentren. 

Sólo mencioné cómo han surgido nuevos roles profesionales, como diseñadores digitales o los editores web; de cómo evolucionó el perfil de los reporteros, de quienes requieren de nuevas habilidades, madura actitud y sólidos conocimientos para ofrecer información de calidad en distintos formatos y plataformas, dadas las nuevas formas de trabajo que impone un mundo ávido de información que tiende a consumir lo ligero. 

De pasada hice alusión a la distinta relación de los usuarios de la información con los periodistas y los medios, que dejó de ser vertical, donde el profesional de los medios debe sortear desde insultos hasta asesinatos, en un mundo atizado por conflictivo. También, ligado a este punto, sólo dije que se estableció una nueva relación con los grupos de poder, que en el caso de los políticos menosprecian el papel de las empresas informativas y las sustituyen con equipos de comunicación personales. 

Me quedé corto, pero dije en una frase apurada por el tiempo cómo cambió la manera en que se forma en las universidades a ser periodista; de la aprobación de las leyes de transparencia y de cómo pasamos de charcos de información disponible hasta universos que demandan profesionales que propongan nuevos lentes para acercarse a las distintas realidades. 

Sólo mencioné la necesidad de apuntalar el periodismo de investigación, como una exigencia de siempre, y más en estos tiempos de información basura o falsa. Únicamente aludí a las experiencias gratificantes del periodismo colaborativo, y no alcancé a decir nada de otros temas, ni del periodismo en tiempos de pandemia, con periodistas enfermos o muertos por informar del Covid-19; y de cómo aumentaron los despidos ante las crisis económicas acentuadas en las empresas, de las reducciones de salarios en numerosos casos, y de, pese a todo, continuar en la primera línea de observación de lo que sucede en el mundo para luego contarlo. Son tiempos de flotar en mar embravecido. 

Twitter: @SergioRenedDios

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