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Un botón de emergencia clasista

Tomar decisiones en torno a la pandemia de coronavirus no ha sido sencillo para ninguna autoridad. En Jalisco, la reciente activación del botón de emergencia es una muestra, pues si bien podría considerarse positiva, aunque tardía, dejó entrever huecos por determinaciones que parecen tomadas desde un escritorio y en alianza con sectores que ya en ocasiones han demostrado su falta de solidaridad. 

El tema más recurrente en los primeros días del botón fue la falta de planeación y conocimiento sobre las necesidades de movilidad de la clase trabajadora y, por absurdo que parezca, del personal del sector salud. 

Pensando en quienes han ignorado las recomendaciones de quedarse en casa el mayor tiempo posible, se olvidaron de quienes no tienen alternativa. Esto, sin contar que una vez más falló la comunicación, pues la apuesta a la difusión por las redes oficiales del gobierno del estado dejó fuera del mensaje a miles de jaliscienses. 

Lo que se vivió la noche del viernes y, en menor medida, durante sábado y domingo, fue un caos innecesario para los trabajadores. Los empleadores, que han tenido interlocución directa con el gobierno del estado no previeron los horarios y no bajaron la información a sus trabajadores. 

Además, como era de esperarse, los taxis amarillos no respetaron los acuerdos y muchos dejaron las tarifas solidarias en la guantera para aprovecharse de las necesidades de movilidad de los ciudadanos. Además, prestaron el servicio a todo el que lo solicitaba, a pesar que se había anunciado que sería preferente para los trabajadores. 

Desde el viernes mismo el líder de la sección III del sindicato del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Gilberto Daniel Castillo García, alertó que los horarios definidos para el transporte público no se adecuaban a los horarios de trabajo del personal de esta institución, lo que afectaba a unos 10 mil trabajadores. La respuesta que obtuvieron del secretario del Transporte, Diego Monraz, según señaló, fue que se modificaran los horarios de atención médica. 

Seguramente quienes usan el transporte público y trabajan en el IMSS, son quienes menores ingresos reciben, por lo que pensar en pagar taxis todos los días es imposible. 

El mismo fin de semana el gobernador Enrique Alfaro dio a conocer algunos cambios, especialmente para el escalonamiento de horarios en el sector público y privado, con la intención de reducir las concentraciones en el transporte público. Sin embargo, ya los empresarios anteriormente se habían comprometido con esta medida y la incumplieron. 

El incremento en los casos de Covid-19, en la ocupación de camas en los hospitales y los decesos, le dan la razón al gobierno del estado en la necesidad de implementar medidas drásticas y firmes. El relajamiento en las medidas de seguridad recomendadas y la ponderación de la reactivación económica hacían necesario un alto para dar un golpe de timón; sin embargo, en el detalle de las estrategias se actuó de manera clasista y con desconocimiento. 

Desde la Secretaría de Transporte hizo falta sensibilidad y también una mejor estrategia que permitiera que quienes irán a laborar pudieran usar el transporte público. Tal vez, lejos de dejar a los trabajadores en las garras de los taxistas pudieron implementarse rutas exclusivas que sólo pudieran utilizarse por quienes lo necesitan. 

Además, si su intención era reducir la asistencia a reuniones, fiestas y bares, con el cierre de estos últimos y una reducción en el transporte público masivo habría bastado. Decidir con medidas que se asemejan a castigos generales deja desprotegidos a quienes, aunque quisieran, no pueden adaptarse a los horarios determinados en el botón de emergencia. 

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