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El privilegio del automóvil

Hoy es viernes y junto con este día llega el segundo fin de semana del mentado botón de emergencia. Quizá la decisión más cuestionada –y cuestionable– de este esquema de contención de contagios del coronavirus es la suspensión del transporte público desde hoy por la noche y hasta el lunes muy temprano, al igual que la salida de circulación de las empresas de redes de transporte, es decir, los autos de alquiler vía plataforma digital. Y no vaticino que las cosas mejoren con respecto al fin de semana pasado. 

En el transcurso de la semana, pese a los llamados de las autoridades –en concreto del gobernador Enrique Alfaro– acerca de que los empleadores den facilidades a los trabajadores para salir más temprano de sus chambas y que no haya tantas aglomeraciones en los últimos camiones que circulan antes de la suspensión, parece que el caso ha sido poco. También creo que fue tibio el ajuste que hicieron para que se extendiera un poco más el tiempo de servicio. Pero también ha sido nimio el reconocimiento de esas mismas autoridades de la monumental falla que representaron para miles de personas las medidas tomadas con el botón. 

Lo mejor sería que respetáramos los lineamientos sin que las restricciones a tal grado existan, aunque reconozco que eso, ya se ha visto, es imposible, y eso es responsabilidad de nosotros mismos, que no hemos sabido o querido cumplir las reglas. Sin embargo, la diferencia radica en a quiénes se afecta con estas restricciones y quiénes sí pueden seguir sus vidas prácticamente como si nada: todo se resume en si tienes un auto o no. 

La movilidad nocturna y de fin de semana, parece, sólo se siguió permitiendo a quienes tienen un carro, no así a quienes pagan camiones, tren ligero, macrobús y hasta autos de plataforma, porque eso sí, los taxis, con sus abusos de siempre conocidos –sin generalizar–, sí pueden circular a todas horas. 

Cuatro días después de que arrancara el botón de emergencia llegó el segundo posicionamiento del Observatorio Ciudadano de Movilidad y Transporte del estado en torno a este tema. En el documento expresan como eje central la vulneración al derecho a la movilidad y enfatizan que estas medidas han tenido efectos adversos no previstos. 

Además, proponen en seis puntos otras maneras de regular el exceso de movilidad sin afectar el derecho a ésta, como incentivar el trabajo desde casa, cerrar por completo los giros no esenciales (entre los que se encuentran la venta de bebidas alcohólicas) y, en este asunto del que escribo, la que creo más importante: regresar el transporte público a los horarios y días habituales, considerando todas las personas que trabajan en el sector informal y que, si no trabajan, no ganan el dinero de ese día… de nuevo, aquellos que no pueden encerrarse porque, si lo hacen, no comen. 

Pero, por desgracia, lo más seguro es que estas peticiones queden como gritos en el desierto, porque las autoridades no están obligadas a acatarlas. No quedan más que en un catálogo que el gobierno puede o no tomar en cuenta, según del humor del día. 

Sin embargo, vaticino que nada cambiará. Hoy en la noche volveremos a ver esas aglomeraciones en torno a las siete y ocho de la noche; volveremos a conocer historias de personas que debieron caminar bastantes kilómetros para llegar a casa porque no alcanzaron camión y no tenían para pagar un taxi. Volveremos a leer denuncias sobre patrones que exigen a sus empleados que se presenten sábado o domingo, como puedan, so pena de no pagarles ese día a quienes no puedan ir. 

Porque, como leí en un tuit que me pareció el perfecto reflejo de lo que está ocurriendo, el botón de emergencia es para quienes no tienen automóvil. 

Y todavía faltan varios días. 

Siete. 

Twitter: @perlavelasco

jl/I